Mi intención no es hacerme de vÃctima. Soy demasiado consciente que no estoy siquiera cerca de serlo. TodavÃa no habÃa aprendido a ser buena amiga, y aquel hecho me carcomÃa por dentro cada noche y dÃa, pero es como si me diera igual y no quisiera aprender a serlo. Lo guardaba todo dentro y sin querer arreglarlo. Y la grieta se agrandaba y se agrandaba, hasta que llegó un momento en que ya no podÃa ponerme delate y pretender que no lo estaba viendo.
Sólo conocÃa una forma de canalizar todas mis emociones para que dejaran de tamborear dentro de mi mente. Y esa forma era el enfado. Estaba enfadadÃsima con todo el mundo, a todas horas, todo el puto dÃa. No soportaba a nadie que me hablara, no soportaba a nadie que se atreviese acercarse a mÃ, no soportaba a nadie que me mirase, incluso. Ni siquiera mis amigos estaban atreviéndose a dirigirme la palabra; y mejor, porque probablemente ellos fueran los que peor parados saldrÃan de aquello.
Y para colmar el maldito vaso, el hijo de la gran puta de Dan le estaba engañando a Jane. Con otra que no era yo.
Realmente no sabÃa qué me enfadaba más de aquello; el hecho de que Dan le estuviese engañando a mi mejor amiga, o que estaba con una tercera persona. Me enfadaba pensar que estaba sintiendo celos por Dan de nuevo una vez aprendà a lidiar con ellos después de Jane. Me enfadaba pensar que estaba de nuevo siendo una maldita hipócrita por enfadarme porque Dan le estaba engañando, cuando yo era la primera que habÃa pulsado aquel botón. Y también me enfadaba que me sorprendiese tanto, y que todavÃa no habÃa aprendido de la situación. Todo, absolutamente todo, me enfadaba muchÃsimo. Pero nada me enfadaba más que mi propio comportamiento que no parecÃa cambiar.
Pero, lo que empeoraba todavÃa más la situación, era que no veÃa a Ethan desde el maldito último dÃa de clase.
SabÃa que estaba pasándolo mal últimamente con el cambio de receta de sus pastillas y sus contantes visitas al psicólogo que parecÃan no avanzar. Desde que empezó el verano traté más de una vez ponerme en contacto con él, pero no contestaba. Ni un mensaje, ni una llamada de vuelta, ni signos de que siguiera con vida. Antes ya me estaba evitando, pero por lo menos me contestaba al teléfono. Él ya me habÃa dejado claro más de una vez que no me acercara de ninguna de las maneras a su casa, y para ser sincera, tampoco querÃa hacerlo. No querÃa arriesgarme a verle la cara al hijo de puta de su padre y tener la intención de partirle la cara cuando posiblemente serÃa un hombre mayor y fuerte que me matarÃa con un chasquido de dedos.
Sólo estuve cerca de ir a su casa dos veces; la primera, cuando Dan me dijo que habÃa vuelto del hospital. La segunda, cuando no apareció en el cumpleaños de Jane.
—¿No te ha dicho por qué no puede venir? —preguntó al ver que colgaba el teléfono por tercera vez sin respuesta.
—No he hablado con él desde junio, no sé nada.
Frunció los labios y se encogió de hombros. Ninguna de las dos querÃamos darle más importancia de la que tenÃa, o por lo menos no atascarnos en un pensamiento del que no conseguirÃamos salir. No sabÃamos qué estaba pasando con él; sà sabÃamos que últimamente se comportaba de manera extraña y hacÃa lo posible por evitarnos.
Me partÃa el corazón. Ethan habÃa sido como mi hermano desde el primer dÃa que le conocÃ. Pensar en que estaba pasando por una racha mala de nuevo y que esta vez no estaba apoyándose en mà me hacÃa muchÃsimo daño. Y pensar en que mi pequeña relación en las sombras con Dan fuera la posible culpable me hacÃa todavÃa más daño. Porque no sabÃa cómo pararlo.
No quiero hacer recuento de las noches que he estado en vela pensando en una estrategia que funcionase para dejar de sentir lo que sentÃa por él. HabÃa intentado dejar de salir de casa por las tardes para dejar de verle cada vez que iba a pasar tiempo con mis amigos, porque siempre estaba él. No habÃa funcionado. HabÃa intentado no hablarle cada vez que compartÃamos la habitación, pero eso no era novedoso, y sólo conseguÃa que la tensión se amplificara entre nosotros, y a ambos nos gustaba demasiado la tensión. Intenté dejar de salir de fiesta, pero hasta yo sabÃa que ese plan no iba a funcionar ni de coña. Lo último que intenté fue, a raÃz de eso último, salir más de fiesta con Jane. Pero ese tiro me habÃa salido por la culata de las peores maneras; sólo conseguà que Dan se pegara todavÃa más a mÃ. No quiero admitirlo, sólo pensarlo se me eriza la piel, pero conseguÃa exactamente lo que querÃa. Cómo me miraba mientras bailaba con ella, cómo mantenÃa los ojos abiertos sobre mà cuando la besaba. Me ponÃa incómoda hasta el punto de tener que apartar la mirada con los ojos en blanco y la máscara puesta, pero también me ponÃa horriblemente cachonda.
No habÃa manera, no encontraba la manera de deshacerme de él. Porque él no me dejaba, se aseguraba mantenerme ahà sujetada a su mano. Y ahora no sólo Jane estaba bajo mi foco de dolor, sino que también estaba apartando a Ethan de mi vida.
Y antes de que me lo pude ver venir, estábamos en pleno verano, y el cumpleaños de mi mejor amiga se acercaba cada vez más deprisa.
—No sé qué haremos mañana. Ha dicho que tiene una sorpresa —decÃa Jane, sentadas en una cafeterÃa las dos solas.
El dÃa siguiente serÃa su cumpleaños, por lo que ambas habÃamos quedado la tarde de antes, porque habÃa reservado el dÃa para estar con su puto novio. Es el cumpleaños en el que perderÃa la virginidad con ese cerdo. Ella no sabÃa, o pretendÃa no saber qué iba a pasar, pero yo lo sabÃa más que de sobra. Y, naturalmente, aquello también me cabreaba.
Estaba haciendo lo que podÃa por mantenerme calmada, pero cada vez que mi amiga pronunciaba su nombre me hervÃa un poco más la sangre y me clavaba con más fuerza las uñas en las manos.
—Espero que no sea nada demasiado formal, no tengo nada que ponerme.
—Jane.
—Además, sólo cumplo catorce años, tampoco es tan importante.
—Jane.
—¿Qué?
—Tienes que tener cuidado —solté.
Se apoyó en el respaldo de la silla y se quedó mirándome durante unos segundos, sin parpadear, sin saber demasiado bien qué contestarme. Como si fuera la primera vez que lo escuchaba, cuando yo sabÃa que no era asÃ. Ella misma me habÃa contado las broncas constantes que se llevaba de su madre por culpa de su novio.
—¿A qué te refieres? —dijo de todas formas.
—Sé que estás pasando más tiempo en Brixton. Tienes que tener cuidado por ahà abajo.
—Tú estás ahà todo el rato —respondió bastante a la defensiva.
Le dirigà la mirada con las cejas alzadas, pero lo ignoré para continuar mi conversación y tratar de calmar mi mal genio.
—Vivo ahÃ, Jane.
Se encogió de hombros y bajó la mirada.
—No está tan mal. Sus amigos me caen bien.
Puse los ojos en blanco.
—Son igual de cabrones que Dan.
—¡Hey! —dijo volviendo a clavar la mirada en mÃ.
Alcé las cejas una vez más y me crucé de brazos.
—Sólo quiero que tengas cuidado, ¿de acuerdo? No hagas nada que no quieras hacer.
Dejé el tema zanjado y me pasé el resto de la tarde callada, permitiéndole que siguiera balbuceando sin parar acerca de su estúpido novio.
Probablemente Jane no se estaba dando cuenta de lo que estaba haciendo, y en ningún momento la culpé por ello a pesar de la situación en la que me encontraba. Era normal que una chiquilla de catorce estuviera emocionada por pasar su primer cumpleaños con su primer novio, como cualquier otra adolescente estarÃa. Pero no lo podÃa evitar. Me enfadaba con todo y con todos, pero con ella, sólo lo hice ese dÃa. Y me arrepentà nada más llegar a casa. Porque no merecÃa que, especialmente yo, la tratase de esa manera, y porque la querÃa demasiado.
La veÃa con los ojos brillantes, contándome por tercera vez la forma en la que le pidió salir hacÃa ya seis meses, en cómo habÃan celebrado su mesiversario, en qué se esperaba en el dÃa de mañana.
—Me voy a casa —dije sacudiéndome los pantalones al levantarme.
Jane me miraba desde abajo, sin entender muy bien qué estaba ocurriendo, callándose de pronto y con un interrogante en la mirada. Se estaba poniendo roja, y se levantó ella también antes de que pudiera moverme.
—¿Por qué? —preguntó.
Me pasé una mano por el pelo y me colgué la mochila del hombro.
—Lo siento Jane, pero si oigo el nombre de Dan una vez más me voy a volver loca.
Bajó la mirada al darse cuenta de que llevaba más de dos horas hablando de lo mismo, con inocencia y llevándose un dedo a la boca en seguida. Cuando trató de defenderse yo ya me habÃa dado la vuelta para comenzar a andar hasta mi casa, porque no me podÃa permitir coger el autobús a esas horas de la tarde. La dejé ahà tirada con la palabra en la boca.
Al llegar a casa, lancé mi mochila al suelo de mi habitación con fuerza, y antes de que se me escapase un grito al aire, tuve que ahogarlo contra una de mis almohadas para no molestar a mi padre, que probablemente estarÃa durmiendo. Visto que aquello no me estaba ayudando en calmarme, tuve que desahogarme de forma fÃsica, y dejé de tener tanto cuidado a la hora de hacer ruido. De nuevo, una situación que no estaba pudiendo controlar.
No sabÃa qué me estaba pasando ni por qué de pronto tuve la necesidad de empezar a tirar cosas, pegar puñetazos a mis muebles de madera, romper recuerdos lanzándolos contra la pared y destrozar todo lo que me encontraba por mi paso, cosas que querÃa, objetos que tenÃan valor. Para acabar sollozando contra mi colchón de puro agotamiento mental.
Quince minutos más tarde, mi padre entró en la habitación. Tan solo escuché cómo suspiraba, cuando mi ataque agresivo ya habÃa pasado, y sólo tenÃa ganas de quedarme dormida para siempre una vez puso una mano en mi hombro. Sentà la cama hundirse bajo su peso, y empezó a acariciarme la espalda con ternura.
No sé qué clase de super poder tenÃa mi padre, pero con tan sólo sentir su aprecio hacia mÃ, las lágrimas más calmadas se volvieron a preparar, y ni dos segundos ya estaba abrazada a él y llorando a moco tendido sobre su pecho, mientras él acariciaba mi pelo y me susurraba que todo iba a estar bien.
No necesitaba saber qué es lo que me pasaba para tranquilizarme, no necesitaba conocer los detalles para hacerme sentir mejor. SabÃa que lo único que necesitaba era un buen abrazo, y que él era el que mejor los daba sin duda. Más tarde me apartarÃa las lágrimas de los ojos con una sonrisa tierna en la cara y me prepararÃa un chocolate caliente. Nos sentarÃamos frente al televisor y verÃamos juntos una pelÃcula.
Éramos nuestro mayor apoyo. Estábamos solos en aquel mundo en el que ninguno de los dos pertenecÃamos, pero que nos habÃa tocado igualmente. Ambos tenÃamos que tener cuidado al caminar por la calle y él sabÃa qué clase de gente era con la que frecuentaba, aunque él mismo se culpaba de aquello. No me pedÃa que le contara las cosas, pero me dejaba saber que si alguna vez querÃa desahogarme, ahà estarÃa él para mÃ, que tratarÃa de arreglar todo aquello que no pudo evitar para mÃ. Sin juzgarme. Él me cuidarÃa. Y era un alivio. Sólo nos tenÃamos a los dos.
Una vez me volvà a meter a la cama, con la nariz todavÃa lÃquida, decidà que era buen idea, por lo menos, tratar de arreglar la situación. Aunque comencé a teclear con muy poca fe en lo que pasarÃa el dÃa siguiente.
Yo: Jane
Yo: siento lo de antes
Yo: no quiero que ese cerdo te haga daño
Yo: y no sé por qué tengo
la sensación de que va a hacerlo
Yo: pero voy a estar siempre aquà para ti,
lo de hoy ha sido saturación y lo siento muchÃsimo,
no te mereces que sea asà ni has hecho nada mal
Yo: te quiero, perdóname
Le dije, como la buena hipócrita que era.
Pensaba que eso serÃa todo. Que Jane me odiarÃa para siempre después de dejarla ahà tirada, porque cuando se es joven todo parece mucho más grande de lo que es. Me fui a la cama pensando verdaderamente que la semana que viene no me iba a llamar para quedar e ir juntas a la piscina y al cine después, como llevábamos haciendo ya todo lo que llevábamos de verano. Que lo habÃa estropeado. Por primera vez no me fui a la cama fantaseando con la conversación que habÃa tenido con Dan ese dÃa o cualquier otra tonterÃa que habÃa pasado, y sintiéndome mal al instante por no conseguir deshacerme de aquellos pensamientos intrusivos a pesar de mis esfuerzos. Pensé en cómo conseguirÃa arreglarlo con ella, en cómo harÃa para que no me odiase para siempre y que siguiera siendo mi amiga, y el pensamiento de Dan ni siquiera cruzó mi mente.
No sé cuánto tiempo pasó, pero las lágrimas estaban ya resecas sobre mis mejillas. No estaba intentando dormir porque sabÃa que no lo conseguirÃa, pero tuve que erguirme en la cama cuando mi padre entró en mi habitación a oscuras.
—Ellen, ha venido alguien a verte.
Puse los ojos en blanco.
El único que venÃa a esas horas de la noche y sin avisar siempre era Ethan, y sinceramente no me apetecÃa del todo verle en ese momento, porque seguÃa algo enfadada con él. Salà de debajo de la sábana y esperé sentada sobre mi cama a que entrara en la habitación, recitando las palabras que le querÃa decir. En el fondo estaba algo agradecida de que hubiese venido, porque aunque le quisiera echar la bronca, me apetecÃa cada vez más darle un abrazo y dormir con él, y encontrar una manera de que me arropara por la noche sin tener que explicarle con detalles lo que estaba sucediendo. Y le echaba mucho de menos.
Pero cuando vi a Jane de pie bajo el umbral de mi puerta, me quedé sin habla.
—Hola —dijo sin mirarme, algo frÃa.
—Mierda, Jane —me costó algo levantarme para cerrar la puerta detrás suya, al ver que estaba algo intimidada.
Nunca la habÃa invitado a mi casa. Simplemente no se habÃa dado el momento, porque no solÃamos ir a casa de ninguna mucho. Ella me habÃa invitado alguna vez a dormir, pero no era lo que hacÃamos regularmente. Aún asÃ, el hecho de que yo nunca fui reciproque, era el gran elefante que nos separaba en la habitación.
—¿Cómo sabÃas dónde vivo?
—Me lo ha contado Dan.
Aparté la mirada, y ahora sÃ, me acerqué sin mirarla para cerrar la puerta. Se sentó en mi cama mirándome, con el pelo detrás de las orejas y mordiéndose el labio.
—Vengo a disculparme.
Solté un resoplido y me senté a su lado.
—Jane, no—
—Tienes razón —dijo interrumpiéndome—. Hablo demasiado de Dan. Y lo siento. Pero no puedes dejarme tirada de esa manera, Ellen. Siento que esté feliz con él y que mañana sea mi cumpleaños y lo vaya a pasar con él, y siento si esto de alguna manera te molesta. Sinceramente, me importa una mierda por qué le odias tanto, no quiero saberlo. Es la primera vez que tengo un novio tan serio y quiero compartirlo con mi mejor amiga, no creo que sea tanto pedir. Estoy muy enfadada contigo, Ellen.
Hizo una pausa para tragar saliva y clavarme la mirada en mÃ. Yo tuve que apartar la mirada hacia el suelo. Porque sabÃa que tenÃa razón.
—Te quiero mucho, pero esto no me lo puedes quitar. Y he venido aquà porque no quiero que esto se enfrÃe y se convierta en algo que no sepamos resolver. Y porque te quiero mogollón, no quiero perderte por esta mierda. Intentaré tener cuidado y no pasarme, pero tú tienes que prometerme que vas a dejar de ser tan borde, y que hables conmigo como yo lo hago contigo. Empieza a invitarme a tu casa, eres mi mejor amiga. Mis padres ya te quieren, Ellen, ya no vas a deshacerte de mÃ.
Nunca la habÃa visto asÃ. Siempre se habÃa presentado como una chica pequeña y tÃmida que no levantaba la voz ni se enfadaba. Pero ahà estaba, creciendo ante mis ojos, mostrándome su descontento hacia mÃ.
Siempre me habÃa gustado que me tuviesen miedo. Incluso me habÃa gustado que lo tuviera ella. Con su inglés mal hablado las primeras semanas que la conocà a esto. Era todavÃa mejor, que me considerase como una igual a la que podÃa echarle la bronca e incluso gritar un poco porque no tenÃa la razón, y porque se habÃa cansado de ir por debajo de mà como habÃa intentado al principio.
Me puse bastante más emocional de lo que yo o incluso ella nos esperamos. No le dije nada, sólo me acerqué a ella para darle un abrazo y poder llorar tranquila, entre su pelo rubio y fino. No se lo estaba esperando, pero me arropó la espalda con sus brazos para abrazarme de vuelta, y sentà cómo apoyaba su mejilla en mi cabeza.
TenÃa que dejarme de excusas, dejar de lado todo lo que estaba escribiendo en mi cabeza acerca de que nada funcionaba por mucho que lo intentase. SabÃa que era un farol, una mentira muy bonita detrás de la que esconderse. TenÃa que exponerme, y hacer todo lo que fuera por mantenerla en mi vida. Porque la querÃa demasiado.
Esa noche compartà mi habitación por primera vez con la hermana que tanto habÃa querido.