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ellen - v [30 julio 2008]

Mi intención no es hacerme de víctima. Soy demasiado consciente que no estoy siquiera cerca de serlo. Todavía no había aprendido a ser buena amiga, y aquel hecho me carcomía por dentro cada noche y día, pero es como si me diera igual y no quisiera aprender a serlo. Lo guardaba todo dentro y sin querer arreglarlo. Y la grieta se agrandaba y se agrandaba, hasta que llegó un momento en que ya no podía ponerme delate y pretender que no lo estaba viendo.

Sólo conocía una forma de canalizar todas mis emociones para que dejaran de tamborear dentro de mi mente. Y esa forma era el enfado. Estaba enfadadísima con todo el mundo, a todas horas, todo el puto día. No soportaba a nadie que me hablara, no soportaba a nadie que se atreviese acercarse a mí, no soportaba a nadie que me mirase, incluso. Ni siquiera mis amigos estaban atreviéndose a dirigirme la palabra; y mejor, porque probablemente ellos fueran los que peor parados saldrían de aquello.

Y para colmar el maldito vaso, el hijo de la gran puta de Dan le estaba engañando a Jane. Con otra que no era yo.

Realmente no sabía qué me enfadaba más de aquello; el hecho de que Dan le estuviese engañando a mi mejor amiga, o que estaba con una tercera persona. Me enfadaba pensar que estaba sintiendo celos por Dan de nuevo una vez aprendí a lidiar con ellos después de Jane. Me enfadaba pensar que estaba de nuevo siendo una maldita hipócrita por enfadarme porque Dan le estaba engañando, cuando yo era la primera que había pulsado aquel botón. Y también me enfadaba que me sorprendiese tanto, y que todavía no había aprendido de la situación. Todo, absolutamente todo, me enfadaba muchísimo. Pero nada me enfadaba más que mi propio comportamiento que no parecía cambiar.

Pero, lo que empeoraba todavía más la situación, era que no veía a Ethan desde el maldito último día de clase.

Sabía que estaba pasándolo mal últimamente con el cambio de receta de sus pastillas y sus contantes visitas al psicólogo que parecían no avanzar. Desde que empezó el verano traté más de una vez ponerme en contacto con él, pero no contestaba. Ni un mensaje, ni una llamada de vuelta, ni signos de que siguiera con vida. Antes ya me estaba evitando, pero por lo menos me contestaba al teléfono. Él ya me había dejado claro más de una vez que no me acercara de ninguna de las maneras a su casa, y para ser sincera, tampoco quería hacerlo. No quería arriesgarme a verle la cara al hijo de puta de su padre y tener la intención de partirle la cara cuando posiblemente sería un hombre mayor y fuerte que me mataría con un chasquido de dedos.

Sólo estuve cerca de ir a su casa dos veces; la primera, cuando Dan me dijo que había vuelto del hospital. La segunda, cuando no apareció en el cumpleaños de Jane.

—¿No te ha dicho por qué no puede venir? —preguntó al ver que colgaba el teléfono por tercera vez sin respuesta.

—No he hablado con él desde junio, no sé nada.

Frunció los labios y se encogió de hombros. Ninguna de las dos queríamos darle más importancia de la que tenía, o por lo menos no atascarnos en un pensamiento del que no conseguiríamos salir. No sabíamos qué estaba pasando con él; sí sabíamos que últimamente se comportaba de manera extraña y hacía lo posible por evitarnos.

Me partía el corazón. Ethan había sido como mi hermano desde el primer día que le conocí. Pensar en que estaba pasando por una racha mala de nuevo y que esta vez no estaba apoyándose en mí me hacía muchísimo daño. Y pensar en que mi pequeña relación en las sombras con Dan fuera la posible culpable me hacía todavía más daño. Porque no sabía cómo pararlo.

No quiero hacer recuento de las noches que he estado en vela pensando en una estrategia que funcionase para dejar de sentir lo que sentía por él. Había intentado dejar de salir de casa por las tardes para dejar de verle cada vez que iba a pasar tiempo con mis amigos, porque siempre estaba él. No había funcionado. Había intentado no hablarle cada vez que compartíamos la habitación, pero eso no era novedoso, y sólo conseguía que la tensión se amplificara entre nosotros, y a ambos nos gustaba demasiado la tensión. Intenté dejar de salir de fiesta, pero hasta yo sabía que ese plan no iba a funcionar ni de coña. Lo último que intenté fue, a raíz de eso último, salir más de fiesta con Jane. Pero ese tiro me había salido por la culata de las peores maneras; sólo conseguí que Dan se pegara todavía más a mí. No quiero admitirlo, sólo pensarlo se me eriza la piel, pero conseguía exactamente lo que quería. Cómo me miraba mientras bailaba con ella, cómo mantenía los ojos abiertos sobre mí cuando la besaba. Me ponía incómoda hasta el punto de tener que apartar la mirada con los ojos en blanco y la máscara puesta, pero también me ponía horriblemente cachonda.

No había manera, no encontraba la manera de deshacerme de él. Porque él no me dejaba, se aseguraba mantenerme ahí sujetada a su mano. Y ahora no sólo Jane estaba bajo mi foco de dolor, sino que también estaba apartando a Ethan de mi vida.

Y antes de que me lo pude ver venir, estábamos en pleno verano, y el cumpleaños de mi mejor amiga se acercaba cada vez más deprisa.

—No sé qué haremos mañana. Ha dicho que tiene una sorpresa —decía Jane, sentadas en una cafetería las dos solas.

El día siguiente sería su cumpleaños, por lo que ambas habíamos quedado la tarde de antes, porque había reservado el día para estar con su puto novio. Es el cumpleaños en el que perdería la virginidad con ese cerdo. Ella no sabía, o pretendía no saber qué iba a pasar, pero yo lo sabía más que de sobra. Y, naturalmente, aquello también me cabreaba.

Estaba haciendo lo que podía por mantenerme calmada, pero cada vez que mi amiga pronunciaba su nombre me hervía un poco más la sangre y me clavaba con más fuerza las uñas en las manos.

—Espero que no sea nada demasiado formal, no tengo nada que ponerme.

—Jane.

—Además, sólo cumplo catorce años, tampoco es tan importante.

—Jane.

—¿Qué?

—Tienes que tener cuidado —solté.

Se apoyó en el respaldo de la silla y se quedó mirándome durante unos segundos, sin parpadear, sin saber demasiado bien qué contestarme. Como si fuera la primera vez que lo escuchaba, cuando yo sabía que no era así. Ella misma me había contado las broncas constantes que se llevaba de su madre por culpa de su novio.

—¿A qué te refieres? —dijo de todas formas.

—Sé que estás pasando más tiempo en Brixton. Tienes que tener cuidado por ahí abajo.

—Tú estás ahí todo el rato —respondió bastante a la defensiva.

Le dirigí la mirada con las cejas alzadas, pero lo ignoré para continuar mi conversación y tratar de calmar mi mal genio.

—Vivo ahí, Jane.

Se encogió de hombros y bajó la mirada.

—No está tan mal. Sus amigos me caen bien.

Puse los ojos en blanco.

—Son igual de cabrones que Dan.

—¡Hey! —dijo volviendo a clavar la mirada en mí.

Alcé las cejas una vez más y me crucé de brazos.

—Sólo quiero que tengas cuidado, ¿de acuerdo? No hagas nada que no quieras hacer.

Dejé el tema zanjado y me pasé el resto de la tarde callada, permitiéndole que siguiera balbuceando sin parar acerca de su estúpido novio.

Probablemente Jane no se estaba dando cuenta de lo que estaba haciendo, y en ningún momento la culpé por ello a pesar de la situación en la que me encontraba. Era normal que una chiquilla de catorce estuviera emocionada por pasar su primer cumpleaños con su primer novio, como cualquier otra adolescente estaría. Pero no lo podía evitar. Me enfadaba con todo y con todos, pero con ella, sólo lo hice ese día. Y me arrepentí nada más llegar a casa. Porque no merecía que, especialmente yo, la tratase de esa manera, y porque la quería demasiado.

La veía con los ojos brillantes, contándome por tercera vez la forma en la que le pidió salir hacía ya seis meses, en cómo habían celebrado su mesiversario, en qué se esperaba en el día de mañana.

—Me voy a casa —dije sacudiéndome los pantalones al levantarme.

Jane me miraba desde abajo, sin entender muy bien qué estaba ocurriendo, callándose de pronto y con un interrogante en la mirada. Se estaba poniendo roja, y se levantó ella también antes de que pudiera moverme.

—¿Por qué? —preguntó.

Me pasé una mano por el pelo y me colgué la mochila del hombro.

—Lo siento Jane, pero si oigo el nombre de Dan una vez más me voy a volver loca.

Bajó la mirada al darse cuenta de que llevaba más de dos horas hablando de lo mismo, con inocencia y llevándose un dedo a la boca en seguida. Cuando trató de defenderse yo ya me había dado la vuelta para comenzar a andar hasta mi casa, porque no me podía permitir coger el autobús a esas horas de la tarde. La dejé ahí tirada con la palabra en la boca.

Al llegar a casa, lancé mi mochila al suelo de mi habitación con fuerza, y antes de que se me escapase un grito al aire, tuve que ahogarlo contra una de mis almohadas para no molestar a mi padre, que probablemente estaría durmiendo. Visto que aquello no me estaba ayudando en calmarme, tuve que desahogarme de forma física, y dejé de tener tanto cuidado a la hora de hacer ruido. De nuevo, una situación que no estaba pudiendo controlar.

No sabía qué me estaba pasando ni por qué de pronto tuve la necesidad de empezar a tirar cosas, pegar puñetazos a mis muebles de madera, romper recuerdos lanzándolos contra la pared y destrozar todo lo que me encontraba por mi paso, cosas que quería, objetos que tenían valor. Para acabar sollozando contra mi colchón de puro agotamiento mental.

Quince minutos más tarde, mi padre entró en la habitación. Tan solo escuché cómo suspiraba, cuando mi ataque agresivo ya había pasado, y sólo tenía ganas de quedarme dormida para siempre una vez puso una mano en mi hombro. Sentí la cama hundirse bajo su peso, y empezó a acariciarme la espalda con ternura.

No sé qué clase de super poder tenía mi padre, pero con tan sólo sentir su aprecio hacia mí, las lágrimas más calmadas se volvieron a preparar, y ni dos segundos ya estaba abrazada a él y llorando a moco tendido sobre su pecho, mientras él acariciaba mi pelo y me susurraba que todo iba a estar bien.

No necesitaba saber qué es lo que me pasaba para tranquilizarme, no necesitaba conocer los detalles para hacerme sentir mejor. Sabía que lo único que necesitaba era un buen abrazo, y que él era el que mejor los daba sin duda. Más tarde me apartaría las lágrimas de los ojos con una sonrisa tierna en la cara y me prepararía un chocolate caliente. Nos sentaríamos frente al televisor y veríamos juntos una película.

Éramos nuestro mayor apoyo. Estábamos solos en aquel mundo en el que ninguno de los dos pertenecíamos, pero que nos había tocado igualmente. Ambos teníamos que tener cuidado al caminar por la calle y él sabía qué clase de gente era con la que frecuentaba, aunque él mismo se culpaba de aquello. No me pedía que le contara las cosas, pero me dejaba saber que si alguna vez quería desahogarme, ahí estaría él para mí, que trataría de arreglar todo aquello que no pudo evitar para mí. Sin juzgarme. Él me cuidaría. Y era un alivio. Sólo nos teníamos a los dos.

Una vez me volví a meter a la cama, con la nariz todavía líquida, decidí que era buen idea, por lo menos, tratar de arreglar la situación. Aunque comencé a teclear con muy poca fe en lo que pasaría el día siguiente.

Yo: Jane

Yo: siento lo de antes

Yo: no quiero que ese cerdo te haga daño

Yo: y no sé por qué tengo

la sensación de que va a hacerlo

Yo: pero voy a estar siempre aquí para ti,

lo de hoy ha sido saturación y lo siento muchísimo,

no te mereces que sea así ni has hecho nada mal

Yo: te quiero, perdóname

Le dije, como la buena hipócrita que era.

Pensaba que eso sería todo. Que Jane me odiaría para siempre después de dejarla ahí tirada, porque cuando se es joven todo parece mucho más grande de lo que es. Me fui a la cama pensando verdaderamente que la semana que viene no me iba a llamar para quedar e ir juntas a la piscina y al cine después, como llevábamos haciendo ya todo lo que llevábamos de verano. Que lo había estropeado. Por primera vez no me fui a la cama fantaseando con la conversación que había tenido con Dan ese día o cualquier otra tontería que había pasado, y sintiéndome mal al instante por no conseguir deshacerme de aquellos pensamientos intrusivos a pesar de mis esfuerzos. Pensé en cómo conseguiría arreglarlo con ella, en cómo haría para que no me odiase para siempre y que siguiera siendo mi amiga, y el pensamiento de Dan ni siquiera cruzó mi mente.

No sé cuánto tiempo pasó, pero las lágrimas estaban ya resecas sobre mis mejillas. No estaba intentando dormir porque sabía que no lo conseguiría, pero tuve que erguirme en la cama cuando mi padre entró en mi habitación a oscuras.

—Ellen, ha venido alguien a verte.

Puse los ojos en blanco.

El único que venía a esas horas de la noche y sin avisar siempre era Ethan, y sinceramente no me apetecía del todo verle en ese momento, porque seguía algo enfadada con él. Salí de debajo de la sábana y esperé sentada sobre mi cama a que entrara en la habitación, recitando las palabras que le quería decir. En el fondo estaba algo agradecida de que hubiese venido, porque aunque le quisiera echar la bronca, me apetecía cada vez más darle un abrazo y dormir con él, y encontrar una manera de que me arropara por la noche sin tener que explicarle con detalles lo que estaba sucediendo. Y le echaba mucho de menos.

Pero cuando vi a Jane de pie bajo el umbral de mi puerta, me quedé sin habla.

—Hola —dijo sin mirarme, algo fría.

—Mierda, Jane —me costó algo levantarme para cerrar la puerta detrás suya, al ver que estaba algo intimidada.

Nunca la había invitado a mi casa. Simplemente no se había dado el momento, porque no solíamos ir a casa de ninguna mucho. Ella me había invitado alguna vez a dormir, pero no era lo que hacíamos regularmente. Aún así, el hecho de que yo nunca fui reciproque, era el gran elefante que nos separaba en la habitación.

—¿Cómo sabías dónde vivo?

—Me lo ha contado Dan.

Aparté la mirada, y ahora sí, me acerqué sin mirarla para cerrar la puerta. Se sentó en mi cama mirándome, con el pelo detrás de las orejas y mordiéndose el labio.

—Vengo a disculparme.

Solté un resoplido y me senté a su lado.

—Jane, no—

—Tienes razón —dijo interrumpiéndome—. Hablo demasiado de Dan. Y lo siento. Pero no puedes dejarme tirada de esa manera, Ellen. Siento que esté feliz con él y que mañana sea mi cumpleaños y lo vaya a pasar con él, y siento si esto de alguna manera te molesta. Sinceramente, me importa una mierda por qué le odias tanto, no quiero saberlo. Es la primera vez que tengo un novio tan serio y quiero compartirlo con mi mejor amiga, no creo que sea tanto pedir. Estoy muy enfadada contigo, Ellen.

Hizo una pausa para tragar saliva y clavarme la mirada en mí. Yo tuve que apartar la mirada hacia el suelo. Porque sabía que tenía razón.

—Te quiero mucho, pero esto no me lo puedes quitar. Y he venido aquí porque no quiero que esto se enfríe y se convierta en algo que no sepamos resolver. Y porque te quiero mogollón, no quiero perderte por esta mierda. Intentaré tener cuidado y no pasarme, pero tú tienes que prometerme que vas a dejar de ser tan borde, y que hables conmigo como yo lo hago contigo. Empieza a invitarme a tu casa, eres mi mejor amiga. Mis padres ya te quieren, Ellen, ya no vas a deshacerte de mí.

Nunca la había visto así. Siempre se había presentado como una chica pequeña y tímida que no levantaba la voz ni se enfadaba. Pero ahí estaba, creciendo ante mis ojos, mostrándome su descontento hacia mí.

Siempre me había gustado que me tuviesen miedo. Incluso me había gustado que lo tuviera ella. Con su inglés mal hablado las primeras semanas que la conocí a esto. Era todavía mejor, que me considerase como una igual a la que podía echarle la bronca e incluso gritar un poco porque no tenía la razón, y porque se había cansado de ir por debajo de mí como había intentado al principio.

Me puse bastante más emocional de lo que yo o incluso ella nos esperamos. No le dije nada, sólo me acerqué a ella para darle un abrazo y poder llorar tranquila, entre su pelo rubio y fino. No se lo estaba esperando, pero me arropó la espalda con sus brazos para abrazarme de vuelta, y sentí cómo apoyaba su mejilla en mi cabeza.

Tenía que dejarme de excusas, dejar de lado todo lo que estaba escribiendo en mi cabeza acerca de que nada funcionaba por mucho que lo intentase. Sabía que era un farol, una mentira muy bonita detrás de la que esconderse. Tenía que exponerme, y hacer todo lo que fuera por mantenerla en mi vida. Porque la quería demasiado.

Esa noche compartí mi habitación por primera vez con la hermana que tanto había querido.

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