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Jess -iii [31 julio 2010]

Sabía que ambas ya confiaban en mí y que yo confiaba en ellas después de esa tarde en la que me contaron todos sus secretos. Aún así no pude evitar emocionarme ante el hecho de que me habían invitado a pasar todo un fin de semana de vacaciones apenas dos semanas más tarde. Convencer a mi madre fue otra historia, aunque con una llamada de la madre de Jane se solucionó. La rubia misma me confesó que ni a su madre le parecía buena idea, y ambas nos reímos casi incrédulas de que nos hubiesen dejado ir de todas formas.

Podía ver en los ojos de Jane lo nerviosa y a la vez excitada que estaba con la idea de pasar cuatro días enteros del chico que le gustaba, naturalmente. Y al ver el nerviosismo en su mirada, a mí me recorrió por el cuerpo la sensación de que iba a ser uno de los mejores veranos de mi vida. Ellen incluso me había comprado regalices para el viaje.

La sensación sólo aumentó cuando le vi por primera vez.

Recuerdo sus grandes ojos castaños analizarme desde el otro lado de la sala, en silencio, pero sin ocultar la curiosidad en su mirada. Todavía puedo sentir aquel cosquilleo en las palmas de las manos y el sudor en la nuca como consecuencia, despreocupadamente sonriendo y sin todavía saber de mi existencia. Cómo se detuvo en sus movimientos al ponerme los ojos encima.

A los dos se nos detuvo el tiempo en unos segundos. Él mirando mis ojos azules y recorriendo la silueta de mi cuerpo y memorizándola una y otra vez, yo pudiendo ver el caramelo en sus pupilas desde la distancia, la dulzura de sus labios, los tatuajes dibujados en su pecho tan meticulosamente.

Ninguno de los dos sabíamos quién sería el más valiente de acercarse el primero, y dirigir la primera palabra.

Miento; yo sí lo sabía. Sabía que sería él el primero.

Ni siquiera había escuchado su voz dirigida hacia mí, y ya sentía mi pulso acelerarse en mis muñecas cuando lo veía mirar en mi dirección. Y cuando apartaba la mirada rápidamente al darse cuenta de que le había pillado. Todo eso, en un par de horas.

Pero esa tarde, cuando apenas era hora de empezar a preparar la cena, se acercó a mí mientas estaba sentada contra la fachada de la casa, leyendo entre el barullo de la gente que se estaba todavía bañando en la piscina. Se sentó a mi lado como si nada, como si no hubiese estado repasándose las palabras que me diría durante las pasadas horas.

Yo pretendí continuar leyendo el libro que apoyaba contra mis rodillas dobladas, aunque ya se me había puesto la piel de gallina. Empezaba a esbozar una pequeña sonrisa al verle mordisquearse el labio por el rabillo del ojo, mientras jugaba con sus dedos y tenía la mirada clavada en la piscina enfrente nuestra.

—¿Qué lees? —me preguntó Zayn, tan repentino que inconscientemente giré mi cabeza hacia él, a pesar de saber que estaba ahí a mi lado.

Tenía un acento marcado, la voz melodiosa y algo rasposa. Bonita, como la sonrisa que en esos momentos me dirigía, con una ceja alzada y despreocupado. Pero pude verle el nerviosismo en los ojos.

Le devolví la sonrisa.

—Jane Austen. Es una mierda —respondí con una carcajada.

Le brillaron los ojos un segundo, y me devolvió la carcajada él también.

—Nunca la he leído, pero te creo.

—Siempre pienso que ya va siendo hora de leer los clásicos ingleses, pero la verdad es que ni siquiera tengo el nivel suficiente para hablarlo.

Desde que comencé a hablar, dudaba en mirarme a los ojos. Se dedicaba a mirarme las manos mientras se humedecía con frecuencia los labios. No voy a mentir, su timidez es lo que me estaba permitiendo a mí analizar cada detalle de su cara, ahora más cerca de mí. Cualquier adolescente de 17 hubiese envidiado sus inexistentes imperfecciones. Y tuve que apartar la mirada.

Soltó una pequeña risa nerviosa.

—Sabía que iba a venir una española, pero no sabía que iba a venir una danesa. A ti se te entiende mejor que a Jane.

Resoplé abrazando el libro.

—No digas tonterías, tiene un inglés excelente para ser española…, yo lo tengo más fácil.

Se quedó callado mientras me miraba de nuevo, todavía con el brillo en los ojos. Pero sin saber qué decir. Me mordí el labio y entonces aparté la mirada yo.

Maldición, estaba casi segura de que iba a ser yo la que lo iba a estropear.

Me encogí de hombros.

—De todas formas, nosotros la entendemos más de lo que ella nos entiende a nosotros.

Ambos soltamos una carcajada que duró unos segundos, y casi podía ver en su mirada cómo se estaba imaginando a mi amiga todas las veces que nos pedía repetir nuestras frases una y otra vez. Ambos la miramos conforme la mencionamos, en la otra punta de la piscina luchando con Ellen, que la sujetaba del tobillo, para que no la tirara al agua. Era una adorable marca personal, tan personal que el chico en frente mía ya sabía a lo qué me refería, aún después de haberla conocido unas horas.

No dejó que nos quedáramos más de unos segundos en silencio, cuando ya se estaba humedeciendo los labios y bajando la mirada hacia sus manos un momento, para volver a mirarme a los ojos, dejando atrás su timidez de pronto.

—Oye, conozco un sitio mucho más tranquilo donde puedes leer, aquí probablemente no puedas ni leer dos frases seguidas sin distraerte.

Alcé las cejas mientras mi sonrisa se ampliaba. Quise decirle que no me importaba el ruido, que incluso apreciaba la compañía y que si no podía atravesar por el libro era por el inglés tan grave y pesado en el que estaba escrito. Pero realmente sabia que era tan sólo una excusa para tenerme a solas unos minutos con él, y preguntarle solo sería una manera de ponerle incómodo conscientemente. Los juegos ya vendrían más tarde.

—Además está oscureciendo —añadió, esperanzado y procurando que no se notara la insistencia el la voz.

Sonreí de lado en la clandestinidad una vez le dije que sí, y ambos nos levantamos hacia el interior de la casa mientras le seguía escaleras arriba. Tal vez mis nuevas amigas ligaban y sabían ligar, pero yo no estaba demasiado alejada de ellas.

Me avisó de que tenía que coger algo de la habitación antes, y me costó no detenerme en el pasillo cuando escuché, de nuevo, la voz de Jane salir a carcajadas de la puerta abierta de la habitación de Harry. Fruncí el ceño algo desconcertada, pero no me costó del todo volver mi atención a mis asuntos al otro lado del pasillo.

Zayn me dirigió hacia a habitación que compartía con el resto de chicos y abrió el armario empotrado opuesto a la gran ventana que daba a la calle.

—No te pienses nada raro, es la cabaña donde hemos estado esta semana, sólo tengo que encontrar las llaves.

No dije nada, pero me ruboricé un poco ante la idea de que quisiera llevarme a la cabaña del jardín después de haberme conocido tan sólo un día. Pero no menos excitada con la idea, para qué mentir.

Me senté en la cama esperando a que el chico hiciera lo que tuviese que hacer con las manos apoyadas detrás mía en el colchón, inspeccionando la estancia sin disimular.

No sabía si el orden inusual que había se debía a que todavía no habían tenido el tiempo de desordenarla o que se trataba de chicos ordenados. Suponía que la habitación sería de la hermana mayor del anfitrión, por los pósters y las fotos en las paredes de una chica morena y guapa, que se parecía muchísimo a Harry.

Si él ya era guapo, su hermana lo era muchísimo más, con la misma sonrisa recta y los hoyuelos adornando sus mejillas.

Comenzó a rebuscar entre su maleta y los cajones de la cómoda sin detenerse y con movimientos algo nerviosos al tenerme ahí observando cada gesto. Después de unos segundos, se detuvo y me miró con una puño en la cadera.

—¿Puedes ir a preguntarle a Harry dónde están las llaves? —dijo señalando el pasillo con la barbilla.

Fruncí los labios y me crucé de brazos con las cejas alzadas.

—¿Tengo que ir yo a interrumpirlos? —dije con una media sonrisa, a lo que él me la devolvió juguetona.

Puse los ojos en blanco y me levanté con algo de curiosidad que todavía quedaba de hacía algunos minutos atrás. Escuchaba la risa de ella, como siempre nerviosa cuando estaba Harry alrededor, y su voz relajada en una conversación inocente de puerta abierta. Me apoyé en el marco de la puerta con los brazos cruzados para observar y ver cuánto tiempo tardarían en darse cuenta de que estaba ahí.

Jane estaba sentada con las piernas cruzadas sobre la cama del chico, con un libro sobre su regazo y el pelo cayéndole por la cara con una sonrisa en los labios, mientras Harry estaba agachado frente a ella en el suelo. Mi amiga se colocaba continuamente un mechón de pelo detrás de la oreja y trataba de ocultar que estaba completamente ruborizada, con la mano de Harry descansando sobre su muslo.

—¿Tú no estabas en la piscina hace cinco segundos? —pregunté rompiendo el silencio de pronto al ver que podría estar ahí horas sin que se explotase su burbuja.

Ambos giraron las miradas hacia mí algo sobresaltados cuando puse un pie en la habitación. Jane me sonrió.

—Quería enseñarme una cosa —dijo mirándome, inocentemente sonriendo.

—Oh —respondí devolviéndole la sonrisa, con no tanta inocencia.

Ella puso los ojos en blanco y apartó la mirada. Me reí un poco.

—Harry, Zayn me esta preguntando no sé qué de unas llames, no tengo ni idea de qué me está hablando, la verdad. Me ha pedido que venga a preguntarte.

Se rió poniendo él también los ojos en blanco, y se levantó del suelo para salir de la habitación después de sonreírme.

Me aseguré de que hubiese entrado en la habitación de los chicos y me acerqué a Jane, que más se sonrojaba conforme me acercaba. Me senté a su lado con una sonrisa y ella apartó la mirada.

—¿Qué? —me dijo sonriendo.

—¿Qué de qué? No te he dicho nada.

Se colocó el mechón detrás de la oreja de nuevo y bajó la mirada hacia el libro en su regazo.

—Me estaba enseñando fotos de su gato. Que no está por ningún lado, aparentemente.

Solté una carcajada y me tumbé en la cama.

Ella se tumbó a mi lado y se apoyó en su codo para mirarme.

—Adivina qué —le dije.

Frunció el ceño y me hizo una seña con la barbilla para que siguiera.

—Tiene una cabaña. En el jardín.

Ella alzó las cejas y se puso coloradísima, aunque pretendió que no entendía por qué le había dicho aquello.

—¿Una cabaña?

Asentí con una sonrisa picarona y una risa en los labios. Me empujó el hombro mordiéndose el labio para dejarse caer sobre la espalda y evitar que le viera sonrojada.

—Cállate.

—¿Qué? Si no he dicho nada —repetí riéndome.

Jane seguía evitado mi mirada. Chasqueé la lengua y esta vez me apoyé yo en mi codo para poder verla mejor.

—Jane, tienes que empezar a dejarte llevar.

Giró la mirada y me miró a los ojos durante unos segundos, para apartarla algo cohibida. Acaricié su pelo durante unos segundos para transmitirle mi cariño y le sonreí.

—Tranquila. Lo importante es que estés cómoda. Además, el que me va a llevar a la cabaña es Zayn.

Se le iluminaron los ojos y abrió la boca en sorpresa antes de incorporarse de un brinco.

—¡Jess! ¿Vas en serio?

Asentí y me reí. Soltó una carcajada y dio una palmada antes de volver a dejarse caer sobre la cama.

—Qué hija de puta.

—Cuando arregles tu relación con el sexo igual puedes pedirle que te lleve —espeté dejándola paralizada, le di un beso en la frente y me levanté.

Nada más volver a la habitación, sujeté mi libro y pretendí que Harry no me estaba mirando con una sonrisa juguetona en los labios.

La cabaña no estaba tan lejos de todas formas, no tardamos nada en llegar, y yo dejé el libro encima de un sofá que se interpuso en mi camino. Paseé la mirada por la estancia rústica en la que me encontraba; era pequeña pero increíblemente acogedora, con dos habitaciones pequeñas y un baño, una pequeña salita de estar con una encimera y un fregadero.

Zayn se había adelantado a una de las habitaciones que había al fondo.

Era mucho más divertido de lo que pensé que sería. Hasta esos momentos no me había sucedido nunca, algo tan repentino y adolescente que mis hormonas estaban revolucionadas entre ellas, sin darme ni un suspiro, haciendo mi mirada viajar entre diferentes partes de su cuerpo ante su movimiento, sus pestañas larguísimas tentándome al mismo tiempo que yo luchaba por mantener mi mirada serena.

Yo con mis dieciséis años sin cumplir, él ya bien entrados en los diecisiete, lo único que buscábamos era divertirnos, y con gustarnos mutuamente era suficiente como para que la palabra diversión perdiera su significado inocente. Después de todo, todas las palabras son arbitrarias. Y en concreto, la palabra “diversión” tenía demasiados significados, queríamos ser pragmáticos con la situación.

Él estaba observando cómo le observaba, pero no me di cuenta hasta que rompió su postura y metió una mano en su bolsillo para alzar una ceja.

—¿Qué estás mirando?

Me reí.

—¿Yo? Nada. Eras tú el que quería pasar tiempo a solas conmigo.

Mierda, me estaba poniendo nerviosa por alguna razón. Pensaba que tenía la situación bajo control, apoyada en el marco de la pequeña puerta, pero podía verla escabullirse de mis dominios en cuanto el chico empezó a hacerse paso hacia mí. Como si se hubiese dado cuenta, puso una mano en el marco encima de mi cabeza y se inclinó para estar a la altura de mis ojos. Por mucho que sabía lo que estaba sucediendo, intenté disimularlo con una sonrisa ladeada mientras le tentaba con la mirada. Pero sentía mis piernas temblar.

—¿Qué mas cosas, a parte de Jane Austen, no te gustan?

Tuve que reírme y alzar la mirada para ver cómo sus ojos brillaban en los míos. Después, pude sentir sus dedos acariciarme la barbilla antes de darme un pequeño beso en los labios. Yo me incliné hacia él y le di permiso para que me besara como él quería. Me sujetó de la cintura para atraerme hacia él y poder hundir sus dedos en mi piel mientras me besaba la siguiente vez con más ganas, abriendo mis labios con su lengua y jugando en el interior de mi boca. Qué poco tardé en poner mis brazos alrededor de su cuello y dejar que me apretara todavía más fuerte contra su cuerpo.

Tampoco creo que nuestro plan fuera llevar aquello a un nivel mayor que ese, pero de todas formas tampoco tuvimos alternativa más que parar, al escuchar la puerta de la cabaña abrirse de par en par y las voces de Ellen gritar desde ella.

—Tía, esto es un picadero de la hostia —comentó al entrar.

Se separó con un pequeño suspiro y dejó caer su mano de mi cintura para pasársela por el pelo, y me miró con una pequeña sonrisa divertida. Yo puse los ojos en blanco en simpatía con él, y nos reímos los dos en bajo antes de que nos pillaran del todo.

Ellen, seguida por Jane detrás suya, se quedó parada al vernos bajo el marco de la puerta, Zayn todavía apoyado con una mano y ya dirigiendo su mirada hacia ellas.

—Hostia —espetó, y Jane soltó una carcajada.

—¿Interrumpimos?

Zayn por fin se separó de mí y se acercó a ellas con ánimos de acercarse a la puerta.

—No os preocupéis —dije encogiéndome de hombros.

En realidad no me importaba demasiado que hubiesen entrado, sólo le daba más emoción a lo que estaba sucediendo y en esos momentos quería exactamente eso; pasármelo bien, poder sentir la tensión en el ambiente creciendo y creciendo. No había que ponerle fuego a aquello demasiado pronto.

Sin embargo, en cuanto se marchó Zayn de la cabaña, miré a Jane con una ceja alzada y señalándola con el dedo.

—Perra celosa, si ya sabías que ibas a estar aquí.

Me miró con la boca abierta en una sonrisa y pretendiendo estar ofendida con mis palabras, soltó una carcajada y Ellen también la miró algo sorprendida.

—Qué cabrona.

—Quería saber cómo era la cabaña, pensé que vendríais más tarde.

Asentí sin quitar mi juicio de mi mirada hacia ella, se ruborizó un poco y apartó la mirada. Yo me reí divertida, aunque me olvidé del tema bastante deprisa.

Ellen se dejó caer en el sofá levantando una nube de polvo ignorándonos y paseó la mirada por la estancia curiosa. Me senté a su lado y comenzó a acariciarme el pelo.

—¿Sabes qué te vas a poner hoy? —me preguntó.

Me encogí de hombros.

—Lo que sea.

Jane caminaba por la cabaña con interés y curiosidad en la mirada, ajena a nuestra conversación y enredando en los armarios y las dos habitaciones mientras Ellen gruñía al lado mía de desesperación.

—No sabía que íbamos a salir en este pueblo en el medio de la nada, no me he traído nada decente —lamentó.

—Yo te puedo dejar algo, si quieres.

Antes de que mi amiga pudiese reaccionar a mis palabras, escuchamos un ruido en una de las habitaciones seguido de la voz de Jane maldiciendo en un murmuro, haciendo que ambas diéramos un brinco en el sofá. Ellen soltó una carcajada y se levantó para ir en su ayuda.

Se detuvo en el marco antes de entrar en la habitación para continuar sus risas con una mano en el estómago. Al acercarme, pude ver a mi amiga en el suelo sentada bajo una pila de mantas y sábanas que habían caído al abrir el armario, intentando salir de debajo de ellas haciendo aspavientos con los brazos. Apartó la última manta que la cubría levantándose el pelo por la electricidad estática, y asumió su derrota esbozada en una mueca, con una sonrisa camuflada frunciendo los labios.

—¿Qué coño estabas buscando, cotilla de mierda?

Se levantó y se puso a recoger como pudo.

—¿Condones?

Las dos nos reímos de nuevo y ella se puso roja conforme doblaba una sábana.

—Pensaba que habías traído.

Se encogió de hombros dándonos la espalda.

—He traído. Es por curiosidad.

Ellen me dirigió una mirada cómplice y yo se la devolví, y Jane se sacudió el pantalón corto antes de salir de la habitación. Las tres salimos de la cabaña, Ellen como siempre burlándose de su mejor amiga con cada ocasión que encontraba, y ella la ignoró también con maestría, como llevaba haciendo años. En cambio, con un suspiro en labios sonrientes, cerró la puerta de la cabaña detrás suya y puso la mirada en el suelo al caminar de vuelta a la casa.


🌿❄️🌈


La cosa se calentó durante el resto del día siguiente, después de compartir un día entero dentro y fuera de la piscina y alguna que otra aguadilla. Me arriesgo a que se malinterpreten mis palabras al describir la situación tan repentina y sin casi palabras de por medio, pero realmente fue así. Fueron un par de días donde los dos nos dimos cuenta de que nos gustábamos mutuamente al instante pero que tampoco queríamos llevar nada fuera de la casa, como un locus amoenus perfecto en el que el hechizo se desharía al salir del pueblo. Él ya había besado mis labios y yo ya tenía ganas de que lo volviera hacer.

No era de locos pensar que Harry tenía algún plan ideado para el cumpleaños de Jane al día siguiente, y la idea de ir al pub a tomar unas copas y bailar hasta la madrugada era una idea que, como adolescente, siempre llamaba la atención. En un pueblo alejado de casa, sin adultos que nos dijeran qué hacer o a qué hora llegar a casa, todo nos llamaba la atención y todo era excitante y divertido, una oportunidad que todos dentro de la casa aprovechamos como ninguno. Así que a una hora prudente, nos vestimos y subimos colina arriba para beber cerveza barata y chupitos gratis.

Sabía la razón por la que el resto de la gente se levantó del sofá y se acercara a la pista de baile, después de que volviera con mi vaso de cerveza una vez el ambiente cargado nos rodeaba con su niebla blanquecina, pero ambos decidimos ignorar el tema y seguir hablando como si no hubiésemos visto las miradas hacia nosotros. Todo el mundo ya se olía que algo estábamos tramando, pero aún así agradecí su discreción y sus ganas de darnos espacio.

—Estás muy guapa.

Me reí.

Sabía que su objetivo era ponerme nerviosa, pero no lo consiguió demasiado bien. Ni siquiera me coloré, porque lo sabía. Pero le sonreí con una ceja alzada.

—Gracias. Tú también.

Se encogió de hombros, y me deslicé desde su regazo hasta el sofá, aunque manteniendo mis piernas encima de las suyas, y su mano rápidamente se colocó encima de mis rodillas.

—Bueno, hago lo que puedo.

Le pegué en el pecho.

—No me vengas con falsa modestia, chaval, que veo cómo te paras en el espejo de la entrada cada vez que entramos —dije con una carcajada.

—Será falsa modestia, pero funciona.

Solté otra carcajada.

—Bueno, tienes que estar guapo para las cámaras que van a estar en tus narices a partir de octubre.

—¿Te lo imaginas? Por fin el mundo recibirá lo que se merece —dijo con una sonrisa juguetona, acariciándose la barbilla con los dedos y mirándome con los ojos orgullosos.

Esbocé una mueca.

—Casi prefiero que seas modesto aunque sea falsamente, Malik.

Realmente ni siquiera me estaba dando cuenta de que, por mucho que sabía que la atracción física existía y la notaba cada segundo tirar de mis dedos cuando estaba con él, también tenía buena conversación que hacía que el tiempo volase como arena bajo el viento. Casi ni me di cuenta de que ya llevamos una hora hablando hasta que volvieron los chicos, y Liam se sentó a mi lado riendo a carcajadas.

Miré mi reloj y ya casi eran las doce de la noche, pero Jane no estaba por ningún lado visible. Bajé las piernas al suelo y toqué la muñeca de Harry para llamarle la atención y preguntarle por mi amiga. Se encogió de hombros después de pasear la mirada a su alrededor.

—Van a ser casi las doce.

—Está en el baño —dijo Ellen, que se había vuelto a sentar en el suelo.

Sin estar casi frías sus palabras, sentí una mano pellizcarme el hombro y después el pelo rubio cayéndome por la cara cuando Jane se inclinó para darme un beso en la mejilla. Caminó detrás del sofá y se sentó en el apoyabrazos al lado de Harry.

Ellen se levantó del suelo y se colocó a su lado con una mueca en los labios. Alzó la barbilla y puso la mirada fría detrás mía, donde pude ver que se encontraba Yina, la chica de rizos negros, de pie con un vaso en la mano y con pintas de estar a punto de marcharse.

Todo lo que yo sabía acerca del tema era que Jane no se llevaba bien con ella ni después de intentarlo. Había escuchado su nombre varias veces de su boca, cuando la conoció y cuando la invitaron a venir, quejándose de que siempre estaba en su camino. Había intentado hacerla entrar en razón varias veces, ella tan sólo era una amiga de la infancia del chico con un pasado en común complicado y mezclado. Pero ella simplemente no lo quería ver, o prefería mantener a Yina como la mayor excusa de no poder dejarse llevar.

Eso fue, hasta que pasó el día anterior. Sin entrar en detalles, digamos que Yina tampoco estaba del todo contenta con la presencia de Jane. Sabía que Jane no iba a estar contenta con su presencia, ni que estuviera siquiera cerca de Harry, tuviese la razón o no.

Jane había estado preocupada por su reputación desde antes de que la conociese, siempre escuchando cosas sobre ella sin que hiciera justicia, siendo demasiado joven para ser llamada de esas formas. Yina había sido la primera en decírselo a la cara, haciendo que su presencia descarrilara en una bomba de silencio que antes no había entre nosotros, donde la gente dejó de hablar entre ellos y Ellen pudo condenarla con su mirada.

Por suerte se marchó pronto sin decir nada, y la Ellen se aseguró de que Jane no pensase ni un segundo más en ella y en lo que estaba ocurriendo, levantándose del sofá de golpe y llenándola a besos mientras le felicitaba el cumpleaños.

Después de levantarme yo y darle un abrazo, tiró de mi muñeca para acercarme a mí y al resto a la pista de baile una vez más. Yo estaba necesitada de otra copa, por lo que me acerque a la barra y no tardaron demasiado en traerme mi cerveza.

Mi intención hubiese sido pasar la noche con Jane y celebrar con ella su cumpleaños, pero yo ya sabía que ella tenía otros planes y yo no iba a ser la que se lo estropeara. Así que agarré la mano de Ellen y la separé de ella, que ni siquiera estaba ya prestándonos atención.

La música que pusieron era la ideal. Era difícil tenerme feliz cuando salía de fiesta por el tema de la música, y no porque sólo me gustase lo clásico o lo que sea, sino porque los djs mediocres siempre tendían a poner canciones demasiado repetitivas la una detrás de la otra. Pero no hubo ni un momento en el que me quejé, Ellen cantaba casi todas las canciones a pleno pulmón y movía la cadera como la bailarina que era, sujetándome de la mano e incluyéndome en sus movimientos.

Pero también a mí me estaban dando antojos.

Era natural que los ojos de la sala estuviesen puestos en mi amiga por lo bien que se movía y cómo caía su pelo castaño por los hombros, así que no me sorprendí del todo cuando un chico la invitó a bailar y se fuera con el primero que le pareció decente. Ella era bien consciente de cuál era su liga, y quiénes estaban a su altura o no.

Sujeté el brazo de Zayn y lo traje para mi terreno, y él no tardo ni medio minuto en poner su mano en mi cintura.

—Mis amigas me han dejado sola —le dije.

Él sonrió de lado.

—No queremos permitir eso, ¿o sí?

Me humedecí los labios, y después de reírme, no esperé demasiado tiempo más a poner una mano en su nuca y atraerle a mí para morder sus labios y enrollar mi lengua en la suya. Mi intención no era del todo separarme ni que esto que estaba sucediendo quedase en secreto, pero sí que prefería que no fuéramos el centro de atención y que se nos mantuviese al margen.

Lo único que estaba pasando es que nos estábamos divirtiendo el uno con el otro, sentía sus manos agarrarme el trasero y yo casi se lo agradecí con una sonrisa contra su boca, agarrando con más fuerza sus hombros y arrastrando mis dientes suavemente por su cuello. Porque la verdad es que podría haber puesto fuego mi ropa con sus manos como siguiera acariciándome el cuerpo de esa manera.

No sé del todo cuánto tiempo pasó desde que empecé a besarle y él me correspondiera de esa manera, en la que podríamos encontrarnos en el mismísimo infierno por el calor endemoniado en el que se encontraban nuestros cuerpos, pero sabía que probablemente un rato cuando empecé a perder la respiración momentáneamente.

Me detuve de golpe, le sonreí y le arrastré a la barra para invitarle a un chupito.

—¿Qué bebes?

—No me gustan los chupitos —dijo sin apartar su mirada de mis clavículas al aire.

—¿Te gusta el Jaggermaïster?

Frunció los labios.

—Nunca he tomado.

—Está asqueroso, seguro que te gusta.

Pretendí que la llama que siguió al líquido por mi garganta me tranquilizara un poco, ya que tener sexo en un baño era lo más incómodo que había hecho, pero al final no tendría opción si continuaba de esa manera.

Por suerte, o por desgracia, Ellen se puso a mi lado casi pálida y me sujetó del brazo para que siguiera su mirada. Me quedé paralizada cuando me encontré con Jane besando a otro chico. Que no era Harry. Miré a Ellen con los ojos desorbitados y sujeté su brazo, ella se mordía el labio copiosamente. No sabía del todo cómo reaccionar ante lo que estaba pasando.

—¿Qué ha pasado? —le pregunté, moviendo mi mirada hacia Harry a un metro de mí, que los miraba de soslayo, pero apartando la mirada rápidamente.

Me miró, y terminó su copa. Le pregunté con los ojos a él también, pero sonrió de lado irónicamente y me ignoró.

Ellen se encogió de hombros y negó con la cabeza, volviendo de nuevo la mirada hacia nuestra amiga y mirando cómo echaba su noche por la borda. Me pasé una mano por la frente.

—Sácala de ahí.

Se dio la vuelta y me miró asustada, visiblemente nerviosa al pasarse una mano por el pelo una y otra vez.

—No creo que deba hacer eso.

Apreté mi mano en su muñeca cuando vi a la rubia acercarse a nosotras con la mirada baja. Me quedé quieta, esperando una reacción por su parte, pero simplemente sujetó a Ellen del brazo y la arrastró fuera del local.

Esbocé una mueca de dolor al verlas salir y miré a Zayn, que me devolvió la mirada pretendiendo que no sabía qué estaba ocurriendo.

—Esto no tiene buena pinta —dije de nuevo frotándome la frente.

Miré una vez más a Harry con un suspiro, y me acerqué a él con pasos decisivos.

—¿Qué ha pasado?

Tenía las manos en los bolsillos y se humedecía los labios repetidamente, sin querer hacer contacto visual conmigo.

—La he cagado —dijo con simpleza.

Antes de que pudiera decir nada más, Ellen volvió a hacer acto de presencia, se puso entre nosotros y recogió sus cosas y las de Jane.

—Harry, ¿puedo coger tu chaqueta? Está temblando.

Asintió con insistencia y le ayudó a buscarla durante unos segundos.

—Me la llevo a casa, ¿vale? —me dijo con algo de prisa, y se giró para mirar a Harry y acariciarle el brazo con la mano—. No te preocupes, ¿de acuerdo? Va a estar bien, no te preocupes —repitió, y le dio un beso en la mejilla antes de marcharse.

—En serio, ¿qué ha pasado? —insistí de nuevo, por mucho que sabía que no tenía ganas de hablar del tema.

No le dio más vueltas, dio una pausa con la mirada sobre mí y después de coger una buena bocanada de aire, se humedeció los labios una vez más y dijo:

—Me ha visto besar a Yina.

Le miré durante unos segundos y traté de asimilar lo que me acababa de decir, antes de empezar a balbucear palabras sin sentido, queriendo gritarle y preguntarle por qué cojones quisiera hacer una cosa parecida a aquella, hasta que me obligué a mí misma a no juzgar a nadie. Cerré los ojos y me tranquilicé, proponiéndome tratar de ayudar.

—Eso tiene un montón de sentido, en realidad —murmuré.

Me quedé pensativa un rato pensando en una solución que arreglaría la situación, por mucho que la cosa ya estaba peliaguda de por sí, y que sería un trabajo difícil. Pero aún así, yo puse mis esfuerzos.

Le miré y suspiré.

—Para empezar, quiero que sepas que puedo entender por qué lo has hecho —dije, a lo que directamente me devolvió la mirada.

Lo había dicho sobretodo para que supiese que podía confiar en mí y llamar su atención, pero en realidad era cierto; podía comprender que con todo lo que estaría pasando entre ellos necesitaría un poco de calma en sus hormonas y tal vez un bañito de agua fría, o que tal vez la relación que había entre Harry y Yina era más complicada de lo que yo comprendía.

Todavía me miraba con el rostro extrañado, pero también algo aliviado de que le hubiese dicho aquello, como si no se hubiese atrevido a decir que había razones por las que se había comportado de esa manera, al ser el villano en la situación, como si no tuviese derecho a defenderse. Pero no me dijo nada, porque era un chico sensato como para ponerse a dar excusas por su comportamiento.

—No te preocupes, creo que está mucho más avergonzada por lo que ha hecho ella que por lo que ha pasado contigo y con Yina. Probablemente crea que la que lo ha estropeado es ella.

—Está enfadada, Jess.

—Oh, ya lo sé. Está enfadadísima, porque si no lo estuviera no hubiese hecho lo que ha hecho. Pero va a estar enfadada contigo mañana, en cuanto tenga la cabeza despejada. Ahora mismo se está torturando por lo que ha hecho.

—Creo que voy a ir a casa y hablar con ella.

Hizo ademán de moverse, pero le detuve a tiempo poniendo una mano en su brazo.

—Espera a mañana, hazme caso. Es mejor encontrársela enfadada que… baja de autoestima. Probablemente se odie ahora mismo y no es bueno que te acerques a ella cuando se siente así consigo misma.

—Prefiero hablar con ella así que cuando esté enfadada, la verdad—

—Harry, escúchame. Tiene… —hice una pequeña pausa, calculando mis siguientes palabras con un suspiro y con mucho cuidado—. Mira, tiene una relación abusiva con el sexo, ¿vale? Probablemente si vas a hablar con ella ahora te va a asaltar y, créeme… No quieres tener sexo por compasión. No le hagas esto, porque entonces se va a odiar incluso más.

Me quedé callada, esperando otra reacción de su parte que la de quedarse quieto con la mirada baja y sopesando mis palabras. Como si ya se esperaba lo que le iba a decir. Cambié mi peso a la otra pierna y me mordí la comisura del labio.

—No sé por qué te he dicho eso.

Subió la mirada a mis ojos y me sonrió ligeramente.

—Está bien. Me lo podía imaginar.

Le devolví la sonrisa y tuve que hacer fuerzas para no derretirme. Realmente era el chico más dulce que yo y nadie iba a conocer nunca, algo raro de encontrar. A cualquier otro chico se me ocurría mencionarle “sexo por compasión” porque una chica se odia a sí misma, probablemente harían cola para tratar de “hacerla sentir mejor”, porque no les importaban las consecuencias.

—Dale tiempo. Ella te dejará saber cuando esté lista.

Le sonreí cómplice y él tuvo que apartar la mirada para no dejarme ver que se había ruborizado un poco. Me puse seria de nuevo.

—Bien. Habla con ella mañana. Se va a solucionar, no va a dejar de tirar todo por la borda por un estúpido beso, confía en mí.

El resto de chicos también estaban listos para ir yendo a casa. Era divertido verles interactuar entre ellos completamente ajenos a lo que estaba sucediendo, y ver a Harry bastante más relajado que hacía unos minutos.

Entraron a casa haciendo ruido y siendo escandalosos. Traté de callarles con un chistido pensando que probablemente ya estarían dormidas, pero al acercarme a la puerta escuché las voces de ambas hablando calmadas.

Entré a la habitación después de llamar y cerré la puerta detrás mía para acercarme a Jane, que estaba sentada en la cama con la cabeza apoyada en sus puños.

—Jane, ¿estás bien?

—Está cansada —respondió Ellen por ella, acercándose a mí para darme un abrazo.

—Me voy al baño —dijo Jane, levantándose tambaleante hasta la puerta para salir al pasillo.

Ellen fue más rápida que yo, y la sujetó de los hombros para impedírselo y empezar a quitarle la ropa que había llevado a la fiesta.

Puse los ojos en blanco, es increíble lo bien que la conocía en tan solo un par de meses.

Jane se quedó dormida en cuanto tocó la almohada al volver del baño, pero parecía que para mí no iba a ser tan sencillo, aunque me solía pasar cuando bebía alcohol.

Traté de quedarme dormida enredando con el teléfono en la mano, y me extrañé un poco cuando recibí un mensaje.


Zayn Malik: puedes dormir?


Sonreí un poco y me mordí el labio mientas contestaba.

Yo: no

Zayn Malik: ven a la cabaña, quiero enseñarte algo


Parpadeé un par de veces ante la incertidumbre, sin saber del todo lo que estaba ocurriendo o si realmente iba a bajar de noche por su jardín en pijama y con la resaca del día siguiente acechando por los rincones de mi cabeza. Pero después de pensarlo durante tres segundos, me encogí de hombros y me puse un jersey de Jane que estaba sobre la silla.

Enredé con la linterna de mi BlackBerry en la maleta de Jane buscando entre el par de cosas que quedaban en ella, y sujeté el envoltorio de plástico entre mis dedos antes de abrir la puerta con cuidado y cerrarla a mis espaldas. Porque ya sabía a lo que iba.

No me conocía la casa y mucho menos de noche, por lo que fue toda una aventura adentrarme en las penumbras para encontrar la salida y no pisar al gato en el intento. Por suerte, el animal no me delató, simplemente dio un pequeño brinco con mi presencia y siguió su noche sin prestarme más atención.

Dejé de caminar encorvada y con miedo a lo que pisaba por si hacía ruido una vez salí al exterior, pero la noche silenciosa a la que no estaba acostumbrada me daba más miedo de lo que pensaba, por mucho que fuera con la linterna de mi teléfono todavía puesta. Sentí algo en mis hombros, y di un brinco enorme, soltando un chillido y dándome la vuelta casi al instante. Zayn reía a mi lado y le pegué en el hombro todavía con el corazón latiendo en mi pecho atormentado.

—Eres gilipollas —dije, una vez entramos y encendí la luz.

Se encogió de hombros, pero su plan era otro que el de responderme.

Fue directo al grano sin querer perder ni un segundo sin saborear mi cuerpo, arropó mi cara entre sus manos y empezó a besarme empujándome hasta uno de los dormitorios sin que yo mostrase ni un signo de rechazo. Le acepté una vez más en mi boca y enrollé las piernas en su cintura en cuanto me tumbó sobre el colchón y me hundiese entre las sábanas suaves.

—¿Qué es lo que me querías enseñar? —pregunté intentando aguantarme los jadeos al notarle morderme la clavícula y luchar contra la camiseta de dormir para sacármela por la cabeza.

Se detuvo un momento y me miró picarón con una sonrisa en los labios. Se relamió sin añadir nada, y continuó besándome con las manos en mi cintura para deshacerse de mi ropa interior de una vez por todas.

Con sus manos en mis costados y mis manos en su pelo se ocupó de vaciarme por dentro con la boca, me hizo curvar la espalda en mil sensaciones distintas, morderme el labio para no gritar, con sus dientes resbalando por mi cuerpo al terminar y mis dedos presionando su piel para hacerle sufrir también a él. Morderle el cuello y suspirarle en el oído cuando tocaba el botón perfecto, su piel perlarse de sudor y poniéndose en punta con mi calidez, asegurarse de que me miraba a los ojos con esa mirada marrón y dorada, bañando mi cuerpo desnudo bajo el suyo.

Creábamos un contraste perfecto de colores, haciendo que mis manos por su pecho fuesen tan delicadamente pálidas, y las suyas en el mío tan deliciosamente cálidas. Me ahuecaba los labios con los suyos dejando que la sangre se esparciera por mi boca en cuanto mordió un poco demasiado fuerte por los espasmos del momento, notando mi piel más suave de la que se imaginaba, bajando escalofríos por sus brazos y terminando en mí, luchando consigo mismo para no dejarme demasiadas marcas en el pecho, pero a la vez deseando que fuera suya todo el tiempo posible. Por lo menos, en ese momento. Porque por mucho que supiera lo que aquello era, el momento era todo lo que importaba, y ambos estábamos demasiado ocupados marcando nuestro territorio que nos daba igual qué fuera a pasar después. Seguía mordiendo mis labios con ímpetu y agarrándome con fuera las caderas al hacer fuerza en mi interior y asegurándose de que me escuchaba bien mientras sentía mis uñas hacer recorridos por su espalda.

Aquello podría ser lo que fuera, pero por lo menos me iba a mi casa con un orgasmo, o varios, una vez conseguí ponerle fin a la sequía y darnos fuego a ambos, para acabar consumiéndonos entre cuatro paredes de madera y un somier de metal, que tan amable había sido de poner la banda sonora a nuestro encuentro. No quise hacerlo, pero me quedé dormida en la calidez de su pecho y las caricias de sus dedos en mi espalda.

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