top of page

Jess -V; parte 1 [6 octubre 2010]

Mis padres no hicieron demasiado por mi cumpleaños. No era algo que me molestaba, dado que todos los años hacían lo mismo. Mi madre solía regalarme un libro cada año más algo de dinero para ir a celebrarlo, y para mí era más que suficiente. Así que no me sorprendí al llegar a casa ese miércoles en el que cumplí los dieciséis, como cualquier otro día normal, y vi el paquete rectangular al lado de mi plato sobre la mesa. De postre siempre había un trozo de tarta y sobraba algo para cenar, cuando nos reuníamos los tres para ver una película juntas.

—¿Pueden venir unas amigas a dormir el sábado? —le pregunté a mi madre al verla enredar con el reproductor DVD nuevo que acabábamos de comprar para la ocasión.

Se giró todavía de cuclillas delante del televisor y me miró unos segundos en silencio antes de contestarme.

—Queremos salir a cenar por el barrio, y volveríamos pronto para dormir —añadí.

—No hay problema, cielo, pero, ¿no dormís mejor cada una en casa?

—Ellen vive en Brixton, no quiero hacerla bajar tan tarde en la noche. Por favor.

Se giró para seguir enredado en el cacharro nuevo y se encogió de hombros.

—Me parece bien.

El viernes, en cambio, sí fue algo más distinto a lo que estaba acostumbrada.

Lena se había convertido en una buena amiga mía, pero solo pensar en tener que presentarla a mis amigas me incomodaba, por alguna razón. Era como si hubiese querido mantenerla en secreto durante un par de semanas más, y asegurarme de que no sería como otra de las muchas amistades falsas que había tenido durante mi vida, tan solo porque compartíamos clases durante seis horas diarias. Quería darle tiempo.

Pero eso no quiere decir que mis ojos no se iluminaran al verla acercarse a mí al final de la última clase el viernes, con la gabardina parda puesta y la mochila colgada del hombro, sonriendo hacia mi dirección. Bajé la mirada conforme guardaba mis cosas en mi bandolera, e hice como que no estaba prestándole atención.

Se sentó en la mesa de al lado y me observó durante unos segundos.

—Hey, hay un micrófono abierto en un pub al que voy mucho cerca de donde vives mañana. ¿Te apetece venir?

La miré durante unos segundos sin saber realmente qué decir, o cómo rechazar los planes a los que me había invitado sin dar la sensación de que no quería ir. Por unos segundos deseé no tener planes mañana con mis amigas, e incluso sopesé la posibilidad de mandarles un mensaje y cancelarlo. Pero me habían educado demasiado bien, y tenía que recordarme a mí misma de nuevo todo lo que llevaba repitiéndome durante las mañanas frente al espejo; no te precipites.

Me mordí el labio y la miré apenada.

—Lo siento, mañana tengo planes. ¿Vas a actuar? —dije, cruzando los dedos mentalmente para tener otra oportunidad de escucharla cantar.

Hizo un gesto con la mano y negó con la cabeza.

—No, no, solo me gusta ir a este tipo de cosas. No pasa nada, suelen haber muchos micros abiertos por la zona.

Sonreí casi aliviada, y me colgué la bandolera.

Se colocó a mi lado conforme caminábamos juntas hacia la salida.

—Realmente quiero ir, de verdad. Pero ya les he dicho a mis amigas que saldríamos mañana, llevan semanas planeándome algo.

—No te preocupes —dijo con una pequeña risa.

Hizo una pausa y se ajustó la coleta mirando hacia el suelo.

Me mordí el labio y de nuevo tuve que contenerme el invitarla, pero me prometí a mí misma que la próxima vez sería la primera en enterarse.

—¿Celebras algo importante?

Me encogí de hombros y me reí.

—Cumplí los dieciséis el miércoles, supongo que es importante.

Se detuvo en seco nada más cruzar el umbral de la puerta de entrada principal del colegio y me sujetó del brazo con los ojos abiertos como platos.

—¿Fue tu cumpleaños? —gritó, se incorporó un poco y se cruzó de brazos—. Jess, ¿por qué no me lo contaste? Te hubiese traído algo.

Puse los ojos en blanco con una sonrisa y aparté la mirada.

—No seas tonta, no me gusta que la gente sepa que es mi cumpleaños.

Se quedó callada durante unos segundos todavía con los brazos sobre su pecho y pareció que estaba dandole vueltas a algo en su cabeza. Se mordió el labio y me sujetó del brazo para arrastrarme hacia la calle.

—Vamos a arreglar esto, me siento una amiga horrible.

—Lena, está bien, no te lo conté.

Se encogió de hombros sin soltarme la muñeca todavía.

—Da lo mismo. Todavía estoy a tiempo de solucionarlo.

No me soltó el brazo hasta llegar a la boca del metro que yo cogía para ir a mi casa, por mucho que ella siempre iba hacia la otra dirección.

Subió al tren conmigo, se sujetó a la misma barra de metal que yo, y no le importó el barullo de gente en la que nos sumergimos para empezar a contarme su semana. Como en mi mente; colorida y melódica.

No me contó el plan que tenía en mente ni me dijo en qué dirección íbamos a ir, pero no me importó demasiado, directamente no le presté atención una vez empezó a hablar. Me llegaba a sorprender la energía que tenía al ser tan pequeña, siempre con una sonrisa contándome sus cuentos y sus historias particulares que le ocurrían en su día a día.

Me estaba contando acerca del pájaro de su vecina de enfrente, y cómo se pasaba las tardes de los jueves intentando que dijera su nombre mientras tomaba té con pastas, cuando tiró de mí y me sacó del vagón para de nuevo pasearme por los túneles del metro abarrotadas de gente.

Caminaba con paso ligero, hablaba por encima del ruido sin parecer molesta ni afectada por la cantidad de gente que estaba usando el metro a esas horas. Era refrescante, a juzgar por mi mal humor constante cuando me tocaba volver con las calles tan llenas de gente maleducada. Pero ella parecía contenta y dispuesta a que nada ni nadie le estropease la tarde.

Nos subimos a un segundo tren, y entonces ya sí empecé a sentir la curiosidad en mi nuca. Por un segundo pensé que me estaba llevando a las afueras de la ciudad, cada vez había menos gente sentada en los sillones y el ruido iba aminorando poco a poco. Pero con un vistazo rápido al mapa encima suya, tiró de mí justo a tiempo antes de que las puertas se cerrasen detrás nuestra.

—Uf, casi nos saltamos la parada.

—Espero que no quieras secuestrarme y descuartizarme en cachitos.

Soltó una carcajada y la transformó en un resoplido.

—Londres es un lugar horrible para eso. Hay demasiados testigos.

No sabía demasiado bien dónde nos encontrábamos todavía, aunque no desconfié en ningún momento al verla a ella tan decidida, demostrándome con cada paso que se conocía la ciudad lo suficiente. Al ser una ciudad tan grande y metropolitana, me era imposible llegar a reconocer las paradas o incluso pensar en que algún día llegaría a hacerlo. Todavía no me sentía tranquila en las zonas alejadas de mi barrio y en donde estudiaba, ya que todo el turismo que hice fue en verano y escaso, visitando los lugares más emblemáticos, y que no creo que fuera a visitar nunca más si no era estrictamente necesario.

—Siento haberte metido tanto tiempo en los túneles, pero quería enseñarte una cosa —dijo una vez estuvimos en la cima de las escaleras al llegar a la calle.

Miré a mi alrededor, y no era más que otra calle normal y corriente, una boca de metro algo sucia y más descuidada que las del centro. No sabía del todo qué esperarme, pero todavía no llegaba a entender lo que estaba sucediendo. Lena se rió al ver la expresión en mi cara y puso los ojos en blanco.

—No seas impaciente. Ven.

Caminamos unas dos calles hacia el interior de la ciudad, y antes de que me diese cuenta, aparecimos en un pequeño parque a las orillas del río completamente vacío abarrotado de palomas y alguna que otra ardilla. Me llevó hasta un banco que daba la espalda al agua, y quedé algo decepcionada al darme cuenta de que no tendríamos vista hacia el Támesis, por muy feo que fuera. Pero me senté a su lado sin rechistar, y segundos más tarde nos envolvió un ruido ensordecedor para dar paso a un enrome avión asomarse por el horizonte despegar hacia su viaje. Entonces es cuando me di cuenta del enorme edificio de delante nuestra, la pista de aviones rodeada de agua ahora libre por el reciente despegue hacía unos segundos. Solté una pequeña risa y la miré algo extrañada.

—¿Me has traído al aeropuerto?

Se cruzó de piernas encima del banco para mirarme de frente y me sonrió satisfecha.

—Bueno, te he traído a uno de mis sitios favoritos de Londres. No me gusta el silencio pero tampoco la gente, y aquí no hay nunca nadie.

Sacó de su mochila una bolsa de gominolas y las puso enfrente suya en el banco antes de sacar un paquete de tabaco y encenderse un cigarrillo. La miré con los labios fruncidos.

—Tía, eres cantante. Te vas a joder la garganta.

—¿Me vacilas? Estoy esperando a desarrollar la voz camionera indie de los setenta, quiero darle un rollo distinto a mis canciones.

Me reí y puse los ojos en blanco.

—¿Qué? —respondió con una pequeña risa—. Mi profesora de taekwondo me lo dijo un día, sólo he seguido su consejo.

Cogí una gominola de la bolsa con el ceño fruncido, no sabiendo del todo qué parte de esa frase me llamaba más la atención.

—¿Vas a taekwondo?

—Fui hace un par de años.

—¿Y por qué hace ella comentarios acerca de cómo cantas?

Se encogió de hombros sin mirarme.

—Era “amiga” de mi tía, y yo llevaba cantando desde pequeñita. Pero me recomendaron hacer algún tipo de deporte para mi ansiedad. Supongo que fue una conversación que tuvieron entre ellas, no lo sé. Era una hija de puta, nunca he soportado a ninguna de las novias de mi tía, tiene un gusto horrible.

Me quedé callada y bajé la mirada para asentir, mientras me metía otra de sus gominolas en la boca. Lena se rió ligeramente y se incorporó un poco para redondear la ceniza de su cigarro en el borde del banco.

—Sí, tengo una tía lesbiana.

—Ah, no era eso lo que me ha sorprendido —dije.

—No pasa nada, suelo recibir esas reacciones.

—No, no, me refería a que debes tener una buena relación con tu tía si—

—Jess, tranquila. Está bien.

—No quiero que pienses que me molesta, no me estaba sorprendiendo por eso.

Se quedó en silencio, bajó la mirada y sonrió picarona.

Me mordí el labio y traté de tranquilizarme un poco, ya que de ninguna de las maneras quería haberla ofendido con mi silencio fuera de lugar. Luego, alzó la mirada y me miró divertida.

—Me encanta ver las reacciones de la gente cuando las pongo en un aprieto. Tranquila, sólo estaba poniéndote a prueba.

La miré con una ceja alzada.

—Qué zorra eres.

—¿De verdad crees que te traería a mi sitio favorito de Londres si pensase que fueras homófoba?

Tuvo que terminar su frase casi a gritos al vernos de nuevo rodeadas por el sonido de un avión pasando por encima nuestra. Ella aprovechó el momento para analizarme con la mirada en silencio, mordiendo un regaliz con tentación en la mirada.

Me puse un poco nerviosa, y escondí las manos en mis mangas apartando la mirada sutilmente, intentando no sonreír demasiado.

Mi plan de preguntarle más acerca de la relación con su tía se vio comprometida, y me vi obstaculizada por su mirada penetrante que no me dejaba avanzar más, pero que al mismo tiempo me tentaba a ello. Y casi me entran ganas de hacerlo.

Nunca me contó nada más acerca de sus padres o de su familia además de lo del primer día de clase. Me contaba acerca de sus días, sus tardes con actividades que jamás se me hubiesen pasado por la cabeza que ella haría, con una conversación completa sin dejarme excluida, invitándome a compartir mis experiencias y sin dudar ni un momento en compartir su opinión. Pero ni su familia ni su entorno hicieron ya más acto de presencia en sus labios. Por mucho que yo quería que me contase todo acerca de todo eso y más, porque me llamaba mucho la atención.

Como todo lo que le rodeaba a ella. Como todo lo que tuviese que ver con ella.

Interrumpió su discurso al sentir su teléfono vibrarle entre las piernas sobre el banco. Chasqueó la lengua y gruñó echando la cabeza atrás una vez lo sujetó para leer las nuevas notificaciones.

—¿Qué pasa? —me atreví a preguntarle.

Hizo un gesto con la mano con los labios fruncidos y soltó el teléfono una vez terminó de teclear.

—Un tío pesado que no me deja en paz.

Sentí mi estómago hundirse un poco de pronto, seguido de un pequeño vuelco del corazón en mi pecho. La miré frunciendo el ceño ligeramente y esbocé una sonrisa, mordisqueando la última gominola que me había propuesto comer.

—¿Quién es?

De nuevo, puso los ojos en blanco.

—Es un pavo que conocí en verano que está hablándome todo el día, y eso que hace un mes que no le veo.

—¿Y te gusta?

Se encogió de hombros y empezó a jugar con el móvil sobre sus piernas, evitando mirarme.

—No lo sé, es sólo que….. Vale, ¿tú has tenido sexo?

Me incorporé un poco algo sorprendida y vacilé por unos segundos.

—Bueno…, sí—

—Quiero decir sexo sexo, o sea, con penetración y todo.

Me reí algo nerviosa.

—Sí, ya sé a lo que te refieres.

—¿Y qué tal? ¿Te gustó?

—Mm, sí… bueno, creo… supongo que sí —titubeé—. Es divertido.

Gruñó y se mordisqueó la comisura de los labios tratando de encontrar las palabras adecuadas para expresarse.

—¿Ves? Yo también creo que el sexo es divertido, pero no la parte a la que le llaman “sexo”, ¿sabes a lo que me refiero? ¿Por qué tiene que girar todo alrededor de una polla?

Solté una carcajada y me encogí de hombros.

—Malditos falocentristas.

—¡Exacto! Puedo tener sexo sin tener que… hacer eso.

Volví a reír de nuevo y bajé la mirada con una sonrisa.

—No te preocupes, Lena. Si te incomoda mándalo a la mierda y ya está, no le debes nada.

Asintió y frunció los labios.

—Tienes razón, a la mierda.

Saltándome mis propias reglas, cogí otro regaliz para tratar de distraerme de la pequeña sensación de alivio que me bailaba en el vientre, mientras ella tecleaba con rapidez en su Blackberry.

—Te estoy dejando sin gominolas —comenté.

—Ah, tranquila, me las tengo que terminar igualmente, mi madre no me deja comérmelas —respondió sin levantar la mirada de su teléfono.

Dejó su teléfono entre sus piernas sobre el banco y suspiró antes de mirarme.

—¿Has besado alguna vez a una chica?

Alcé las cejas y tuve que hacer esfuerzos por no atragantarme, y la miré sorprendida y sin tratar de ocultarlo solté una carcajada.

—¿Por qué iba a hacer eso?

—Me acabas de decir que no eres homófoba.

Negué con la cabeza y me rasqué el cuello apartando la mirada.

—No lo sé…, me gustan los chicos.

Esbozó una pequeña mueca arrugando la nariz y chasqueó la lengua.

—Ya…, a mí también. Pero es que las chicas molan mucho más que los chicos, me caen mucho mejor.

Le sonreí, aunque no tuve muy claro qué responderle a aquello.

Realmente no me había planteado nada de aquello con profundidad. No cuestionaba mis impulsos, ni las imágenes que se formaban en mi mente, ni los sueños que me despertaban empapada en sudor, porque siempre me habían atraído los chicos, al fin y al cabo.

Esa tarde fue la primera vez que me lo planteé, viendo cómo el sol poniente empezaba a crear esa luz naranja que daba un color especial a sus ojos, haciendo que su pelo resbalase con más fluidez sobre sus hombros y cómo se acomodaba a sus dedos cuando se lo recolocaba de vez en cuando. Me costaba no quedarme atrapada cuando acariciaba sus labios con los dientes al hablar, en los pequeños hoyuelos en sus mejillas al sonreír, y en el brillo en la mirada al mirarme. Probablemente fuera normal quedarse ensimismada en la imagen de una persona tan bonita, en su imagen cálida y atrapadora con su forma de hablar y reírse, en la voz tan bonita que tenía.

No tenía que significar nada. Porque a mí me gustaban los chicos, recordaba el verano pasado y en cómo había conectado con Zayn desde el primer momento.

Definitivamente, me gustaban los chicos.

Las imágenes, los sueños, los impulsos de querer acariciar su pelo, los escalofríos al verla sonreír hacia mí, todos los sentimientos que se apretujaban en mi estómago cada vez que la veía caminar para hablar conmigo, todo eso, eran cosas banales sin importancia, meramente circunstancial, e irrelevante. Sería la idea de tener una amiga nueva la que me dejaba despierta por las noches, y me hacían querer recordar su olor a cereza impregnado en el jersey que todavía estaba colgado en la silla de mi habitación, pero que de ninguna de las maneras me permitía acercarme a olerlo.

No, definitivamente me gustaban los chicos.

—Oh, mira —dijo señalando hacia uno de los árboles más próximo a nosotras.

Sonreí al ver una pequeña ardilla escarbar en el suelo con la boca llena de nueces, apartando las primeras hojas que el otoño había dejado caer sobre el césped.

—Qué mona, está preparándose para el invierno. Espero que pueda encontrarlas una vez haga frío.

Me reí y volví mi mirada hacia ella, aunque no volvimos a hablar del tema de nuevo. Por lo menos esa tarde. Pero esa vez, me permití a mí misma mirarla durante un par de segundos más.

Parecía que ninguna de las dos quería marcharse del sitio, aún después de que el sol ya se hubiese puesto al otro lado del río y empezase a hacer frío. Estábamos tan enganchadas a la conversación que no nos estábamos dando cuenta de que ya habíamos empezado a temblar.

Miró su reloj de pulsera y se levantó por primera vez en horas.

—Vamos, quiero invitarte a un café.

—¿En el aeropuerto? Nos van a timar —dije, pero no dejé de levantarme y colgarme la bandolera del hombro.

Ella negó con la cabeza con una sonrisa y se puso a mi lado conforme caminábamos.

—Es el mejor café que he tomado, hazme caso.

El aeropuerto, como era de esperar, estaba abarrotado de gente con maletas pesadas y malhumor en sus miradas, aunque Lena tenía ya la dirección planeada, y nos cruzamos la entrada para parar en una cafetería fuera de las aduanas.

Se sentó en un taburete en la barra y esperó a que me sentase a su lado para sonreír a la camarera.

—Hola, Martha —dijo.

La mujer, bien entrada en los cincuenta y con el pelo de color morado, esbozó una sonrisa enorme y sus pupilas se iluminaron al reconocer a la castaña, quien no había borrado todavía su sonrisa.

—Lena, bonita. Hace mucho que no te veo.

Se encogió de hombros.

—He estado ocupada.

—¿Cómo estás? ¿Todo bien? —dijo con verdadera preocupación en la voz.

Asintió en respuesta con una sonrisa amplia de nuevo, a lo que Martha cambió su semblante un poco y la miró como si estuviera aliviada.

Luego, me miró a mí.

—¿Y traes una amiga?

Me incorporé un poco al verla desplazar la mirada por mí y le sonreí antes de saludarle tímidamente.

—No es sólo una amiga, Martha. Es la mejor pianista que conozco.

Me coloré un poco y puse un mechón de pelo detrás de la oreja, volviendo a encogerme un poco.

La mujer se rió y me dio otro repaso con la mirada.

—Bueno, sabía que tenías que ser especial. Lena nunca me ha presentado a ninguna amiga —dijo, y me guiñó un ojo.

—Ya te he dicho que no es sólo una amiga —respondió, y giró la mirada hacia mí para dedicarme una sonrisa.

Bebimos café caro con la pista de despegue en el fondo del ventanal a nuestro lado, ahora iluminada con pequeñas marcas azules y rojas una vez el cielo estuvo negro.

Siempre había considerado los aeropuertos edificios mediocres con demasiadas personas y estrés colgado del aire, pero ella era capaz de ver la belleza en cosas que yo, con esa edad, no prestaba atención. Un lugar lleno de emociones reales; el primer viaje en avión, adioses dolorosos o bienvenidas con sonrisas preciosas en labios ajenos. Supongo que tenía su encanto, ver a familias numerosas con las bolsas cargadas a cuestas como podían con los niños correteando entre sus piernas y palabras feas masculladas entre dientes, o miradas perdidas en las mesas a nuestro alrededor, palabras mudas que no conseguían materializarse entre las parejas que se decían adiós por primera vez, o tal vez para siempre.

Tuvimos que correr para llegar a coger el tren que nos llevaría de vuelta a casa, ya que a juzgar por la hora que ya era, probablemente fuera el último tren que pasaría por ahí. Estaba casi vacío, y nos sentamos la una en frente a la otra en silencio y sumergiéndonos en el sonido de los túneles.

Me bajé con ella cuando le tocó cambiar de tren y cambiar su dirección para ir hasta su casa, arriesgándome a que no pasara ningún tren detrás de este, o a esperar un cuarto de hora a que apareciese uno nuevo.

Pero me dio igual, me bajé con ella de la mano y la sentí darme un apretón antes de soltarme.

—Gracias por invitarme.

—Bueno, no se cumplen dieciséis todos los días.

Nos sonreímos antes de que se abalanzase sobre mí para darme un abrazo. Escuchamos su tren llegar al otro lado de la estación, pero eso no le detuvo para acariciarme el pelo y mirarme durante unos segundos más. Sus ojos vacilaron entre los míos, y de nuevo no se pudo contener para sonreírme. Se acercó con suavidad para besarme la mejilla.

Y después, me desperté de la ensoñación. Le miré con urgencia, tratando de sacarla también a ella.

—Ve, se te va a ir el tren.

Desconectó y se puso en marcha.

—Mierda. ¡Adiós! —me gritó conforme corría, y me saludaba con la mano al alejarse.

Por suerte el tren ni siquiera había abandonado la estación en cuanto se marchó del andén, y ese momento que podría haber sido eterno, probablemente hubiesen sido tan sólo unos segundos. En los cuales pensé todo el trayecto hacia casa, viajando con mis auriculares y caminando conmigo bajo la luz de las farolas.

Cuando llegué a casa con una sensación de tranquilidad y satisfacción en el vientre, la casa estaba a oscuras y en silencio, como era habitual. Me metí en la cama con el fresco de la noche pegado a mi piel y dejé que poco a poco empezara a arroparme el calor de las mantas de invierno, todavía con las imágenes de la tarde en mis retinas una vez cerré los ojos con la mayor sonrisa de boba en la cara. Sujeté mi teléfono con la intención de escribirle y darle las gracias de nuevo. Y en cuanto abrí una nueva conversación con ella, me puse algo nerviosa al ver que era ella la que me estaba escribiendo a mí.


01:03 Lena LCCM: Me ha encantado pasar la tarde contigo, tenemos que repetir algún día


Sin poder evitarlo me coloré de nuevo en seguida, ampliando mi sonrisa hasta tener que morderme el labio para controlar las emociones que estaban invadiendo mi cuerpo. No tardé nada en empezar a escribir, aunque una vez me puse a ello, no sabía realmente qué responderle.

Yo: ha sido super guay

Yo: gracias por enseñarme este

rinconcito, me ha hecho mucha ilusión

Lena LCCM: no seas tonta

Lena LCCM: un lugar guay no es tan guay

si no es compartido con gente igualmente guay

Yo: jajaj bueno, lo intento

Lena LCCM: pero hay una condición

Yo: uy

Lena LCCM: no puedes ir al sitio

sin mí, o con nadie más que no sea yo

Yo: no se me ocurriría nunca

Lena LCCM: bien


Miré durante unos segundos su contacto guardado en mi teléfono y su foto todavía en blanco, y pensé en el tiempo en el que llegaría a poder ver su carita todos los días al ver florecer nuestra relación de amistad de aquí en adelante.

Siempre había guardado los nombres de la gente de mi clase con las iniciales del College, pero sabía por alguna razón que su contacto iba a significar más para mí que unas simples iniciales. Así que no tardé demasiado en cambiar su nombre.

Cuando volví a la conversación, ella ya me había escrito un par de veces.


Lena 🍒: mi madre me está obligando a ir a ver

un concierto mañana y realmente prefiero morir

Yo: daría lo que fuera por que mi

madre me obligase a ir a conciertos

Yo: a ninguno de mis

padres les gusta la música

Lena 🍒: bueno, tienes razón

Lena 🍒: pero no sé

Lena 🍒: al final es un poco coñazo

Lena 🍒: es mucho más fácil decepcionarlos

Yo: supongo que tienes razón

Lena 🍒: jajajjaja

Lena 🍒: no es cuestión de tener razón, Jess

Lena 🍒: por cierto,

ya he mandado al tío a la mierda

Yo: ¿tan pronto?

Yo: pensé que querrías darle más tiempo

Lena 🍒: bah, para qué

Lena 🍒: si ya sé lo que quiero

Yo: ¿cómo se lo ha tomado?

Lena 🍒: pues es un tío

Lena 🍒: mucha gracia no le ha hecho

Yo: jajajaja

Lena 🍒: tampoco le he dado

mucha oportunidad de lloriquearme,

le he bloqueado en seguida

Yo: has hecho bien

Lena 🍒: jajajajaja

Lena 🍒: sabía que te iba a parecer bien

Yo: 😇

Lena 🍒: eres cuquísima 🌸

Yo: ooh qué va

Lena 🍒: jajajajaj síí 💕

Lena 🍒: has hecho la lluvia de ideas de Harmonía y Teoría 1?

Lena 🍒: te juro que estoy en blanco

Lena 🍒: y mi compañera es una negada

Lena 🍒: no sé qué hace aquí, la verdad

Yo: jajajajaj

Yo: bueno, mi compañero

es mejor que yo, así que vamos bien

Lena 🍒: lo dudo, pero bueno

Yo: ¿por qué tienes la idea

de que soy tan buena?

Yo: también estoy aquí para aprender

Lena 🍒: no, ya lo sé

Lena 🍒: pero no sé

Lena 🍒: tienes una visión que ya

quisieran muchos de clase, cuando te especialices

el año que viene vas a arrasar

Yo: intento ser la mejor

Yo: pero eso no significa que lo sea jajajaj

Lena 🍒: el objetivo es serlo en el futuro

Lena 🍒: yo por ejemplo no me

pienso morir sin un grammy

Yo: jajajajjajja

Lena 🍒: o un brit

Yo: ese es el espíritu

Lena 🍒: 😉

Lena 🍒: y tú a qué aspiras?

Yo: quiero producir música

Yo: no creo que sea lo suficientemente

buena como para interpretarla

Yo: pero escribir música para bandas

sonoras, por ejemplo, me fliparía

Lena 🍒: eso mola un montón

Lena 🍒: cuando quiera producir

mi música ya sé a quién llamar

Yo: jajajjaja

Yo: puedes llamarme cuando quieras

Lena 🍒: creo que es perfecto para ti

Lena 🍒: no lo había pensado

Lena 🍒: pero serías buenísima

Yo: bueno

Yo: eso es lo que voy a intentar

Yo: pero probablemente acabe componiendo

para anuncios de cereales y seguros de vida

Lena 🍒: no te conformes nunca

Lena 🍒: mi profesora de solfeo siempre me decía

que los barcos siempre están seguros en la bahía,

pero no es para eso para lo que fueron construidos


Me quedé pensativa durante unos segundos, y miré hacia la oscuridad apoyando mi teléfono contra mi pecho.

No pensé al entrar en la escuela que tendría compañeros con los que compartir los mismos miedos acerca de nuestro futuro y sobre cómo acabaríamos consiguiendo lo que queríamos, por mucho que tal vez fuera obvio. El mundo en el que nos estábamos adentrando todos era incierto y peligroso, probablemente ni la mitad de nosotros conseguiría sus propósitos, probablemente ni una quinta parte de nosotros fuese lo suficientemente bueno como para destacar en el ámbito musical. Era cruel y ambicioso, y acabaría con nosotros de uno en uno poco a poco, hasta que quedase el mejor.

Eran casi las dos de la madrugada de un viernes, las dos estábamos hablando de nuestros planes de futuro a oscuras con párpados pesados, pero con dedos veloces aún así, no queriendo que la conversación aminorase, yo deseando que su voz se reprodujese en mis sueños una vez nos deseamos las buenas noches.


Lena 🍒: leí una vez que la gente

utiliza los mensajes para decir cosas que

no se atreven a decir en voz alta

Yo: menuda tontería

Lena 🍒: eso pensé yo también

Lena 🍒: pero porque nunca había hablado con alguien de tal manera que me pusiera nerviosa

Lena 🍒: y la verdad es que ahora veo que nunca antes había tenido ganas de que llegase un lunes

Lena 🍒: pero ahora que sé que vas a estar tú ahí

Lena 🍒: y no puedo esperar

Lena 🍒: esto es algo que nome atrevería a decírtelo a la cara

Yo: yo también tengo

ganas de volver a verte

Lena 🍒: Buenas noches bella

Yo: buenas noches Lena ☀️

0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo
bottom of page