Gemma cargaba la última maleta en el maletero del coche familiar y me miró con los labios fruncidos, lista para darme un abrazo.
—No me puedo creer que me vayas a dejar sola con esta gente —le dije con los brazos cruzados.
Soltó una carcajada y me cogió la mano para llevarme dentro de la casa.
—Volvemos el domingo.
—Nada de fiestas ni nada parecido, ¿de acuerdo? —decÃa su madre, señalando a los cuatro chicos de uno en uno, que estaban formalmente en fila con los brazos detrás de sus espaldas, visiblemente tÃmidos y escuchando sus palabras.
Harry ponÃa los ojos en blanco, y yo me apoyé en una pared con los brazos cruzados, algo divertida con la situación. Anne besó su frente, cogió el bolso y se dispuso a salir de casa, sabiendo que Robin estaba esperando al volante del coche.
—Te dejo al mando —me dijo con una sonrisa, poniéndome una mano en el hombro.
—Haré lo que pueda.
Me dio un beso en la mejilla y Gemma pasó por mi lado después de despedirse de su hermano para pellizcarme la mejilla antes de marcharse.
—Adiós, bitch.
Le saqué el dedo corazón conforme se dirigÃa a la puerta y me lanzó un beso.
SerÃa mentir si no estaba completamente entusiasmada con esas semanas que se me alzaban delante. Lo que siempre habÃa conocido como la estación del año más aburrida y agonizante del año, mis veranos poco a poco comenzaban a mejorar, y la idea de pasar unos dÃas con cinco chicos guapos y de mi edad, me llamaba muchÃsimo la atención. Era refrescante y nuevo estar de nuevo rodeada de gente algo más mayor, con los que era mucho más fácil mantener una conversación sin que fuera demasiado forzada.
SabÃa que la audición del chico que me gustaba a un programa de televisión tan importante podÃa abrirle muchas puertas, y no voy a decir que no estaba completamente aterrada con la idea de perderlo para siempre, pero, en el fondo, estaba muy contenta por él. Y los cuatro chicos restantes integrantes en su nueva banda eran la perfecta plantilla para crear un grupo del que el público inglés no podrÃa resistirse.
La verdad es que me llevé bien con ellos desde el primer minuto en el que entraron en la casa de mi vecino, y la semana habÃa ido bastante bien hasta entonces. Eran amables y divertidos, algo que no me esperé cuando Harry me contó las noticias y sus planes para el verano, que incluÃa un viaje de lujo al sur de España, y todo lo que podrÃa acarrear de aquello. Nunca habÃa conocido a gente que participaba en un reality, o que estuviera a punto de hacerlo, pero a mis ojos, eran chicos normales con sueños grandes, y con ganas de cumplirlos con quien hiciera falta.
HabÃan pasado el principio de la semana en una cabaña lo suficientemente grande situada en el jardÃn de la casa de su padre, a tan solo un par de calles de aquÃ, por lo que entendà por qué de pronto se sintieron libres del yugo que suponÃa tener un adulto en la casa, y se relajaron al instante en el que sus padres cruzaron la puerta.
—Necesito que me hagas un favor —me dijo Harry apartándome un momento de los demás, cuando estaba estallando el caos en el piso de arriba.
—SÃ, claro. Dime.
—Necesito que no le cuentes a Gemma lo que te voy a contar.
Le devolvà la mirada con una ceja alzada.
—¿Qué has hecho?
Vaciló por unos segundos y frunció los labios.
—He invitado a Jane a pasar el fin de semana.
Mi estómago dio un pequeño vuelco y abrà los ojos en sorpresa, intentando que no se notase en mi semblante al mirarle con ahora dos cejas alzadas.
HabÃan pasado ya el tiempo suficiente como para que la situación de Jane ya no me afectase, sobre todo después de conocerla hacÃan algunas semanas y darme cuenta que era más amable y maja de lo que hubiese querido. Pero lo cierto era que todavÃa quedaban pequeños rastros de la presencia de Harry en mi organismo, pequeños detalles que no pensaba que jamás se esfumarÃan tan sencillamente como lo pintaba él.
Siempre iba a ser difÃcil escucharle hablar de otras chicas y siempre iba a tener que ignorar la presión en el pecho que acarreaba su nombre. La diferencia estaba en que ahora sabÃa cómo disimularlo mejor.
—Va a venir con dos amigas.
—Pero no cabéis todos en la cabaña.
—Lo sé, vamos a dormir en casa hasta que vuelva mi madre.
Me sorprendà incluso más, descruzando los brazos y mirándole algo incrédula, luchando por no sacar mi lado autoritario.
—Harry…
Apartó la mirada.
—Lo sé, lo sé. Por favor no se lo cuentes a Gemma —dijo dedicándome un puchero.
Me reà un poco y negué con la cabeza.
—No te preocupes. ¿Cuándo llegan?
—En una hora, más o menos.
Puse los ojos en blanco.
—Está bien, puedo ir yo a por ellas si quieres.
Entonces quien se sorprendió fue él, que frunció un poco el ceño.
—¿En serio?
—SÃ, no tengo nada mejor que hacer de todas formas.
—Gracias.
No sé muy bien qué fue o por qué fue. No estaba especialmente afectada como pensé que lo estarÃa una vez la vi en la estación, con su sonrisa preciosa en el rostro, acompañada por sus dos mejores amigas. Odiaba el hecho de que me habÃa caÃdo bien desde el primer momento en el que tuve una conversación con ella en Londres, a pesar de que ella probablemente no lo hubiese visto con los mismos ojos.
Es curioso como nosotros somos los héroes de nuestra propia historia, sin darnos cuenta de que probablemente somos el villano en la historia de otra persona. No quise admitirlo hasta años más tarde; ella siempre habÃa sido la mala en mi cuento y habÃa sido la que habÃa arruinado lo que, en realidad, no llevaba a ningún lado.
Pero yo también habÃa sido la mala en su historia. Me habÃa interpuesto en su relación con un chico que apenas conocÃa, pero que estaba haciendo esfuerzos sobrenaturales por hacerlo. Yo era la mejor amiga que se ponÃa celosa porque le robaran a su mejor amigo, una niñata que no se sabÃa estar callada con sus opiniones demasiado altas, pero aún asà no escuchadas por nadie. Y lo peor de todo es que no podÃa hacer nada al respecto. Ella ya me miraba con malos ojos desde el principio, se lo podÃa notar en sus miradas hacia mà y sus comentarios condescendientes. Probablemente me los merecÃa, pero eso no lo hacÃa menos doloroso.
Esa noche era la primera vez que me sentaba con ellos a cenar, por mucho que ya habÃa pasado bastante tiempo con ellos; en la piscina de su casa, en excursiones al rÃo y a la heladerÃa para sentarnos en el pavimento caliente y hablar de diferentes experiencias personales. Y aquella noche, se desvanecieron ante mis ojos para ser reemplazados con un dibujo que habÃa visto en demasiadas ocasiones en mi subconsciente; ésta vez, más real que el dolor de un puñetazo en el estómago.
Era la tercera vez que lo veÃa nÃtidamente, y tenÃa que morderme la lengua para que mi estómago dejase de brincar cada vez que veÃa algo que no me gustaba. Esta vez era incluso peor, probablemente ambos ni siquiera se estaban dando cuenta de que estaba sucediendo, y eso lo hacÃa mil veces más doloroso de ver. Ella estaba continuamente sonrojándose al sentir su mirada sobre ella, al decir su nombre o al rozar sus dedos con cada oportunidad que tenÃa, de las cuales él disfrutaba con sonrisas y miradas de triunfo que ya habÃa visto esbozadas anteriormente. Se gustaban mucho, y cualquiera en la sala podÃa verlo.
Nunca fue mi intención hacer daño a nadie, nunca quise que nadie me tomara como la amiga celosa de la que ya todo el mundo me tachaba. Sólo era una chica con poca experiencia que tuvo que olvidarse demasiado rápido de un chico que estaba continuamente presente.
No hubo un dÃa desde que supimos que se habÃa acabado que no le habÃa visto, que no me habÃa sonreÃdo ni acariciado mi mano para asegurarse de que estaba bien. No habÃa tenido ese periodo de desintoxicación en la que me deshacÃa de todos esas emociones y sentimientos que tan feliz me hacÃan, en la que borraba lo único que me hacÃa levantarme de la cama.
No querÃa deshacerme de eso, ni siquiera querÃa pensar en dejar de verle aunque fueran unas semanas ni de casualidad como los últimos meses, porque esa vez sabÃa que era porque tenÃa que superarle.
Y con todos los sentimientos amontonados en la puerta de mi hÃgado tenÃa que ver todo aquello apilarse en mis hombros, y todavÃa sabiendo que tenÃa que hacer algo al respecto, que no era la culpa de nadie más que de mÃ. Pero no podÃa hacer otra cosa en esos momentos que estar a la defensiva, simplemente como un mecanismo nato que no podÃa controlar.
Harry💦: Sé amable.
¿Te lo imaginas?
Toda la tarde soportando el peso en el vientre y las punzadas en mis costillas, después de que las cosas que antes veÃa en mis pesadillas se estaban materializando delante de mis ojos sin un segundo de tregua. VeÃa las miradas de ella con la nariz ligeramente levantada para que solo lo notara yo y los susurros que compartÃa con sus migas, debajo de las conversaciones en alto. Yo, tragando y tragando como podÃa lo que me hacÃan engullir a la fuerza, me atragantaba una vez y me llamaban la atención por pedirles que fueran más despacio. Porque yo siempre iba a ser la culpable, desde luego. Y no se esforzaban por ponerse dos segundos en mi piel.
Alcé una ceja al leer el mensaje y tuve que tragar saliva para evitar que se creara un nudo en mi garganta.
Yo: Estoy siendo amable.
Harry💦: Lo puedes hacer mejor
Le dirigà una mirada a través de la mesa en la que todos estaban sentados y teniendo conversaciones ajenas a lo que estaba sintiendo en esos momentos, demasiado alto como para prestar atención a nada más. Me miró durante unos segundos, y después de advertÃrmelo con los ojos, apartó la mirada y siguió con su conversación.
Llevé mi plato a la cocina y me senté en el sofá para intentar alejarme de aquello un poco.
Yo: No me lo estáis poniendo fácil
Me atrevà a decirle por primera vez, y mi corazón dio un vuelco cuando leà su respuesta:
Harry💦: No tengo que hacer nada, sólo hazlo.
Miré la pantalla con el ceño fruncido y apreté el puño.
QuerÃa tranquilizarme y hacer lo que me pedÃa, porque sabÃa que no estaba en posición para enfadarme. Pero esos pensamientos no hicieron demasiado para que me calmara, estaba empezando a enfadarme de verdad, y por primera vez me sentà con derecho a hacerlo.
Porque apenas habÃa cenado en lo que llevábamos sentados en la mesa por la imagen que me devolvÃa la rubia, por primera vez creando las urgencias que no habÃa tenido en años, pensamientos que me decÃan que no me merecÃa comer estando ella como estaba y estando yo como estaba, cuando yo ya habÃa hecho las paces con mi cuerpo hacÃa años. Pero ella era tan perfecta y tan menuda que sÃ, me entraban ganas de dejar de comer aunque fuera unas horas.
Porque habÃa tenido que empezar a callarme en las conversaciones cuando querÃa decir algo, porque su voz era más alta y a todos les interesaba más lo que tenÃa que decir ella. Era más relevante que yo. Asà que me mordÃa la lengua, y intentaba ignorarlo.
Y porque sus amigas no me conocÃan de absolutamente nada, pero ninguna de las dos habÃa siquiera intentado mantener una conversación conmigo más allá de las que eran requeridas para ser educadas, porque, por lo menos eran educadas. Algo que era prueba suficiente de que las cosas que Jane habÃa estado diciendo de mà no eran especialmente positivas. Como si estuviera avisándoles de que era una celosa y no se podÃa confiar en mÃ.
Pero tenÃa que ser amable.
Asà que no lo soporté más, me levanté del sofá y subà las escaleras de dos en dos hasta su habitación, por mucho que debÃa haberme puesto los zapatos e irme a mi casa.
Y las cosas estaban muy feas si preferÃa ir a mi casa antes que seguir ahÃ.
Cerré la puerta y me subà a la mesa para asomarme al tragaluz. Dejé escapar un suspiro a la noche y traté de calmarme. Usualmente no fumaba cuando estaban enfadada, como una regla que me habÃa propuesto a mà misma, pero la verdad es que sabÃa que si no lo hacÃa no me iba a tranquilizar. Y preferÃa ir a casa colocada que enfadada. Asà que saqué el mechero y disfruté del humo bajarme por la garganta.
Pero la conversación seguÃa dando vueltas en mi mente como cuando un dibujo animado se da un golpe en la cabeza. Circulando en órbitas sobre mÃ. Y volvà a suspirar.
Escuché la puerta de su habitación abrirse, pero no desplacé mi mirada de las montañas del horizonte, sabiendo perfectamente a qué subÃa.
—¿Estás fumando? —preguntó Harry, casi riéndose cuando se puso a mi lado subido a su escritorio.
Me encogà de hombros.
Se quedó en silencio y apoyó los codos en la repisa de la ventana a mi lado. Yo no dije nada tampoco, e hice como si no estuviese ahÃ, con los mismos pensamientos rumiando mis nervios, observando el paisaje que ofrecÃa su ventana.
—La última vez no viniste a por mà —dije cÃnica.
Casi le escuché poner los ojos en blanco.
—Necesitas dejar de hacer eso, Yina.
—Tal vez deberÃas ponerte de vez en cuando en mi situación. No es divertida la posición en la que estoy.
—Lo siento.
Suspiré.
Lo peor es que sabÃa que lo hacÃa. Que no habÃa maldad en todo lo que estaba sucediendo y que para él también hubiese sido todo más sencillo si yo no hubiese estado en medio. Porque siempre estaba en medio de todo.
—Creo que me voy a ir a casa —le dije.
Chasqueó la lengua.
—Yina, no te tienes que ir.
Me encogà de hombros otra vez, todavÃa sin mirarle.
—No tienes que pretender que me quieres aquÃ.
—¿Qué? —dijo con una pequeña risa.
Por primera vez me sujetó del codo y me obligó a girarme para mirarle a los ojos. Me sonreÃa débilmente, y me apretó el brazo cariñoso.
—No tengo que pretender nada, ¿de acuerdo? Quiero que estés aquà porque me caes bien y eres mi amiga, y aprecio tu presencia.
Bajé la mirada y fruncà los labios para evitar sonreÃr y de nuevo temblar bajo sus dedos. Pero él ya sabÃa qué clase de efecto tenÃa en mÃ, y sabÃa que no iba a dudar nunca en usarlo contra mÃ. Aparté la mirada y no dejé que me afectara, cuando ya sabÃa que era tarde. Él sonrió divertido.
—El sábado es el cumpleaños de Jane, asà que mañana probablemente iremos al pub. Puedes venir.
Solté una carcajada y tiré la colilla por la ventana a la calle.
—Probablemente tú me quieras aquÃ, pero estoy prácticamente segura de que ella no.
—Tiene nombre.
Resoplé.
—Lo que sea.
Sopesó las palabras en su boca durante unos segundos en silencio, probablemente tragando lo que me querÃa decir y evitar que me enfadase más. Pero yo ya estaba enfadada.
—Yina, sabes que me—
—SÃ, ya sé que te gusta mucho y lo entiendo porque es puto perfecta y todo lo que tú quieras, ¿de acuerdo? Pero, ¿puedo por dos putos minutos sentirme cohibida por la situación? Tú me has olvidado muy rápido y pillo por qué, pero esto es sobrecogedor para mà porque todavÃa no consigo saber cómo hacerlo. Asà que hazme el favor de dejar que me sienta un poco enfadada o triste porque esta pasando justo delante mÃa, y no es justo para mà pedirte que pares.
Estaba incluso más enfadada de lo que pensaba.
Él por suerte se quedó callado, y asintió estando de acuerdo con mis palabras. No me sentÃa con fuerzas para que me dijera que tenÃa razón, probablemente hubiese sido un efecto colateral que me hubiese destrozado todavÃa más.
—Ahora bajo, ¿vale? Necesito… estar un momento sola.
No añadió nada más, me pellizcó por última vez la cintura como siempre, y bajó de un salto al suelo y cerró la puerta detrás suya.
Suspiré y eché la cabeza atrás con los ojos cerrados. De verdad le habÃa soltado eso tan de pronto, y lo más curioso es que no me habÃa supuesto ningún esfuerzo hacerlo. Pero tenÃa que empezar a darme cuenta de que la época en la que me importaba lo que pensaba él ya estaba detrás mÃo, y que tenÃa que superarle como podÃa, de una vez por todas. Si tan sólo no hubiese dado ese paso hacia atrás tan repentinamente y me hubiese avisado de que me iba a tener que enfrentar a aquello sola a partir de ahora, las cosas serÃan bastante diferentes. Me hubiese preparado de otra forma, hubiese sabido a que me atenÃa.
Di un par de vueltas por su habitación con los mismo pensamientos en la cabeza y sabiendo que no debÃa pararme a mirar las fotos en su mesa y los pósters en sus paredes. No sé cuánto tardarÃa en reemplazar mis fotos con fotos suyas, o si algún dÃa lo harÃa, si yo tenÃa un sitio asegurado en su mural de fotos de por vida, o si algún dÃa se cansarÃa de mà lo suficiente como para quitarme también de sus recuerdos. Era dramático pensarlo de esa manera, tal vez eso se debÃa a la droga que acababa de entrar en mi sistema, pero me arrancó una sonrisa pensar que seguÃa en su pared, cuando ella todavÃa no habÃa hecho acto de presencia, a pesar del tiempo que llevaban hablando.
De todas formas, no tardarÃa demasiado en aparecer.
Decidà salir de una vez por todas de la habitación, y tuve que pararme un segundo cuando me los encontré de frente, hablando entre ellos con sonrisas en los labios. Agaché la mirada y pasé por su lado en la cima de las escaleras, después de saludar débilmente.
SÃ, seguÃa algo enfadada y molesta con toda esa situación que me estaban obligando presenciar.
Pero no, no pasé por su lado chocando mi hombro con el suyo ni le dirigà una mirada frÃa que le podrÃa matar desde mi posición.
Tal vez es algo que sus editores le recomendaron usar en su narración para tener un antagonista mucho mejor labrada y clara de lo que realmente fui, para darle dramatismo a la historia que estaba creando para limpiar su nombre, y no la culpo del todo por ello. Pero esa no es la única mentira que ha contado Jane en su pequeño cuento.
Me habÃa ganado una reputación sin mover un dedo, sin decir media palabra. Sólo con los prejuicios, las ganas de hablar, y de querer sacarme del mapa. Todo no me hubiese afectado tanto si ella no me intimidaba tanto como lo hacÃa, porque sabÃa cómo le miraba él, y cómo sentÃa que te mirasen asÃ.
Asà que, ya que tenÃa el desprestigio grabado en mi piel, decidà que tal vez debÃa decir lo que pensaba de la situación. Esta vez en voz alta.
Pero tuve que haberme marchado, porque mi pequeño plan de emborracharme a cerveza y querer montar una escena no me salió ni remotamente bien. Pero tampoco estaba en mis planes que saliera bien. Solo querÃa tener una razón por la que ir a casa, tal vez si me echaban me costarÃa menos marcharme. Sobre todo, no querÃa que caminasen por encima mÃa. Si algo habÃa aprendido de pasar el año sola y engañándome con que habÃa hecho amigos, era a imitar el carácter fuerte de Gemma. Asà que si ella querÃa tener una guerra conmigo, esa tarde me aseguré de que tuviera una. Pero tuve que haberme callado la boca.
En cuanto las palabras salieron de mi boca me arrepentà tanto que ni siquiera dejé que el ambiente se volviera más frÃo. Simplemente, en cuanto Jane huyó de mis constantes intentos de hacerle sentir mal, recogà mi bolso y me marché de ahà sin darle la oportunidad a Harry de gritarme, o peor, no decirme nada, y simplemente juzgarme con sus ojos por primera vez en mi vida.